Más dolores autonómicos

Una de las consecuencias del acuerdo de financiación autonómica se ha de ver en el Congreso de los Diputados. CiU pierde relevancia a favor de Esquerra. La federación nacionalista tenía una posición de privilegio a la hora de apoyar o no al Gobierno: con sus votos, garantizaba la mayoría en las propuestas del Ejecutivo. Es decir, el PSOE dependía en buena parte de ellos para su 'geometría variable', y los diputados nacionalistas catalanes se estaban dejando querer, ante todo en materia económica. El paso de PNV a CiU como socio de referencia da una vuelta más y ahora Esquerra se hace referencia. Esto ocurre después de que Zapatero sacara adelante la ampliación del techo de gasto –primer paso para aprobar los presupuestos- con los votos de CiU. Una consideración melancólica es que no pasará mucho tiempo hasta que desde Cataluña se vuelvan a cuestionar el sistema y el reparto. Como sea, CiU recibe un golpe cuando mejor les sonaban las encuestas. Quizá sea han complacido en exceso en su tutela. En Esquerra no querían ser sólo los que contaban para aprobar leyes de izquierdas.

Pese a que las voces más experimentadas auguran que no se va a mover un voto en Cataluña, el Gobierno se quita así la presión del PSC, que previsiblemente votará los presupuestos con entusiasmo nunca visto. Algunos recuerdan sus amenazas presupuestarias hace ahora justo un año. El PSC ha sido el protagonista –verdadero, en la sombra- de la negociación, por más que Esquerra acapare las fotos. Lo más cierto es que Esquerra no esperaba tanto pero las ganas de romper el Gobierno catalán y abandonar las visas oro que nunca tendrían en la vida civil les hubiesen llevado a aceptar casi cualquier cosa y se han visto sobrepasados de generosidad. En Esquerra, esta dificultad a la hora de elegir entre sus principios más extremos y su domesticación como partido de poder está generando tensiones internas entre los independentistas. No es fácil llegar a partido de poder con un voto muy volátil, descontado el núcleo de los pocos cientos de miles –trescientos mil- de fieles. Así, les salen hijuelas más rebeldes.

Para el PP tampoco es una circunstancia feliz. Véase otro paso de baile táctico de Zapatero. El PP critica el sistema y sus autonomías cogen el dinero. Es así, los partidos se autonomizan, también el PP. No hay otro remedio que coger el dinero pero la financiación siempre ataca más a la oposición. El problema principal es en Cataluña, donde la ‘sociovergencia’ posible se convertía, en las estrategias de Génova, en un entendimiento 'alla Majestic' con los convergentes, vía Unió. Ahora eso está algo más lejos, pese a que Rajoy quiera ir casi todas las semanas a Barcelona y vaya a trabajarse mucho, mucho, allí. Un indicio de la proclividad al entendimiento es el escaso ruido que ha hecho el PP a propósito de la ley catalana de Educación.

Pese a todo, el acuerdo de financiación es criticable justamente en sí mismo: dar dinero de deuda –que pasa de coyuntural a estructural- a unas comunidades autónomas tremendamente pródigas. Uno pensaría que es casi echar gasolina al gasto suntuario cuando no directamente a la corrupción. Y es curioso que el reparto se haya hecho milimetrándolo a la necesidad de apoyos parlamentarios del PSOE –cuando también podría dudarse de que este extremo hiciera falta- y para mimar a sus caladeros de votos preferentes. De fondo, el Estatuto de Cataluña, que ni siquiera cierra el modelo territorial. Y a nadie se le ocurre pedir que acabe el régimen de conciertos de Navarra y País Vasco.

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