El 'espectáculo' del PP

Aunque sólo fuera por un mínimo respeto y consideración a todos y a cada uno de los 10.278.010 de españoles que les dieron su voto en las pasadas elecciones generales, los actuales dirigentes del PP deberían poner fin al lamentable “espectáculo” que desde hace unos meses vienen dando y que en las últimas dos semanas ha alcanzado unos niveles muy preocupantes con la guerra de dossieres y con la cuestión del espionaje a altos cargos de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de la capital.

Subrayo que esa sólo razón –la del respeto a sus votantes- ya sería suficiente para que los dirigentes populares reconsideraran su comportamiento. Pero hay más motivos para ello. Cuando España se encuentra en un momento muy delicado por la gravedad de la crisis económica; cuando la nave está siendo pilotada por el peor Presidente del Gobierno que ha tenido nuestro País en muchos años; cuando varios ministros-as han dado muestras de un grado de incompetencia realmente considerable; cuando el PSOE, paso a paso, va consiguiendo que se cumpla su “hoja de ruta” laicista; cuando está pasando todo esto y más, el principal partido de la oposición, el partido que representa a más de diez millones de españoles no puede permitirse la frivolidad, la irresponsabilidad, de comportarse como lo está haciendo.

La cuestión de fondo es si Mariano Rajoy está en condiciones personales y políticas de reconducir esta situación. Hasta la fecha, el actual líder del PP ha demostrado una cierta incapacidad para hacer valer su autoridad cuando se han planteado problemas de calado. No supo resolver acertadamente la pugna entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón cuando este último estaba empeñado en ir en las listas al Congreso de los Diputados en las últimas elecciones generales y la Presidenta de la Comunidad de Madrid se oponía a ello para no dar una excesiva ventaja al Alcalde de la capital en un hipotético escenario sucesorio de Rajoy. No supo resolver tampoco el malestar de María San Gil con la deriva que estaba tomando su partido en los meses previos al Congreso de Valencia y la dirigente vasca se acabó marchando a su casa, y no está sabiendo resolver adecuadamente el último escándalo que está salpicando al PP: el de la guerra de dossieres y de espionajes a altos cargos de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento.

Que hay una lucha abierta en el seno del PP entre los que, cada vez menos, consideran que Rajoy debe de continuar y los que, cada vez más, ya se están colocando para el momento en que caiga el actual líder, es algo tan palmario que sólo un ciego no puede ver, aunque si escuchar, porque los navajazos y las cuchilladas organizan un cierto ruido.

Aunque públicamente no quiera admitirlo, Rajoy se la juega en las próximas citas electorales. Dentro de un més, las dos primeras pruebas serán Galicia y el País Vasco. Para el futuro político del actual presidente del PP es más importante el resultado en su tierra natal. Si allí no consigue la mayoría absoluta no podrá gobernar y si además, el resultado electoral, como predicen algunas encuestas, es peor que el que tuvo Fraga hace cuatro años, entonces lo tendrá muy difícil.

En el País Vasco siempre será mas sencillo, por las especiales circunstancias que afectan a la política en Euskadi, justificar un resultado mediocre, aunque muchos estemos ansiosos  por comprobar si el actual candidato popular, Antonio Basagoiti es capaz o no de mejorar los resultados de María San Gil en las elecciones del 2005 cuando obtuvo 15 diputados en el Parlamento Vasco, porque alcanzar los 19 diputados que logró el PP con Jaime Mayor como candidato a lehendakari en las elecciones del 2001 parece una tarea imposible para el actual responsable de los populares vascos.

De cómo solvente estas dos elecciones dependerá que Rajoy tenga margen para llegar o no a las europeas de junio. Pero de momento, lo que mucha gente piensa es que mal se puede confiar el Gobierno de España a quien previamente no es capaz de poner un poco de orden en su propia casa. Así de sencillo y así de claro. Mientras tanto, lógicamente, Zapatero, De la Vega, Rubalcaba y Pepino Blanco no hacen más que frotarse los ojos porque no se acaban de creer el espectáculo que ellos y todos los españoles están viendo en el patio del principal partido de la oposición.

 
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