El espectáculo catalán

Se dice que la memoria es flaca y esto suele ser una gran verdad. Por si acaso, voy a intentar sintetizar lo que ha constituido uno de los espectáculos más lamentables que ha servido a la sociedad catalana en particular y a la española en general una clase política, que no es que no haya sabido estar a la altura de las circunstancia, es que han dejado meridianamente claro lo mucho que les importaba sus ansias y ambiciones de poder y lo poco, el denominado interés general.   En noviembre de 2003 se celebraron las elecciones autonómicas en Cataluña en las que resultó ganador Convergencia i Unió con su líder Artur Mas. Pero tanto Zapatero como Maragall se empeñaron desde el primer instante en mandar a los convergentes a la oposición y para ello, la única fórmula posible era formar un gobierno tripartito en el que el socio clave era un partido independentista como ERC, junto a los de IU.   En aquel momento, fueron muchas las voces que señalaron lo equivocado y lo nefasto que iba a resultar para Cataluña ese tipo de gobierno. Muchos apostaban por una gran coalición CIU-PSC, pero la misma tenía un importante “inconveniente”: ese pacto hubiese significado la jubilación política de Pasqual Maragall, porque la Presidencia de la Generalitat, ateniéndonos a los resultados electorales, hubiese correspondido a CIU, es decir, a Artur Mas.   Hecha la apuesta por ese “tripartito” empezaron los despropósitos. El primero, fue el denominado Pacto del Tinell que firmaron los tres partidos del gobierno. Un pacto excluyente, en el que se comprometían a no pactar nunca nada ni en Cataluña ni en las Cortes Generales con el PP. Al mes de la formación del Gobierno, su Consejero Jefe, Carod Rovira, no tiene otra ocurrencia que entrevistarse en secreto y sin que lo supiera ni Maragall ni el Gobierno Central –entonces en manos del PP- con la dirección de ETA en Perpignan. Eso provocó la primera crisis del Gobierno catalán que se saldó, después de muchas dudas, con la salida de Carod Rovira del mismo.   Después vino la crisis del Carmelo y el lamentable debate en el Parlamento de Cataluña que giró en torno a las acusaciones de Maragall a CIU sobre las comisiones del 3%. Mientras tanto, el Gobierno PSC-ERC-IU se puso como gran objetivo de la legislatura la aprobación de un nuevo Estatuto, que a la larga ha sido la causa de la crisis que ha provocado la expulsión de ERC del “tripartito”.   En todo este tiempo, ERC –como en su día dijo gráficamente Carod Rovira- tenía la llave de la gobernabilidad, no solamente en Cataluña, sino en España, lo cual, analizado ya con un mínimo de perspectiva, ha sido una auténtica barbaridad de la que el Presidente Zapatero es el principal responsable.   Y la situación actual es que dentro de un mes los catalanes tendrán que pronunciarse en referéndum sobre un Estatuto sobre el que ni los propios socios del Gobierno se han puesto de acuerdo. Un texto   absolutamente intervencionista y que según todas las previsiones, va a concitar un nivel de apoyo inferior al que hace veintiséis años logró el anterior Estatuto.   El Presidente Maragall además, ante la situación realmente insostenible creada por el “no” de ERC al Estatuto, ha tenido que echar a este partido del Gobierno y anunciar la convocatoria adelantada de elecciones para antes de fin de año.   Es decir, que al cabo de tres años, el balance de la situación política en Cataluña es el siguiente: un Gobierno roto, que no solamente no se ha ocupado de los problemas cotidianos de los ciudadanos sino que ni han conseguido ponerse de acuerdo en su “proyecto estrella”; unas elecciones anticipadas que pueden provocar un cambio en la correlación de fuerzas, afianzando más a CIU y provocando un futuro gobierno de los convergentes con el PSC. Es decir, el gobierno lógico y sensato que se tendría que haber formado hace tres años, pero que el “capricho” de Zapatero y de Maragall hizo imposible.   Y por si todo lo anterior ya no fuera suficiente, además. La gran víctima política de todo lo sucedido puede ser Pasqual Maragall, al que muchos en su partido quieren ya jubilarle y que no repita como candidato. Motivos más que fundados tiene el actual Presidente de la Generalitat para tentarse la ropa ante ese horizonte y entre ellos, uno muy importante: Zapatero ya no le necesita y no dudará en dejarle tirado, si la situación así lo requiere.

 
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