La estrategia de ZP frente a ETA

Hasta la llegada al poder del presidente Zapatero, las estrategias para combatir el nacional-terrorismo etarra, han ido cambiando a lo largo de los años, en función de los resultados –casi siempre negativos- que se iban obteniendo. La UCD probó con las cesiones de largo alcance al PNV, el PSOE gobernando conjuntamente con los nacionalistas, continuando con las concesiones y con la guerra sucia. Al inicio de su mandato –afortunadamente por un muy breve periodo- el PP pactó con Arzallus, excarceló a presos y como los anteriores gobiernos, trató de ser condescendiente y conciliador con el nacionalismo vasco.

Estas estrategias de nada sirvieron, el nacionalismo siempre quiere más. Al fin, tras muchos años de demasiados errores, en 2000, PP y PSOE pusieron en marcha conjuntamente, por primera vez, una nueva política basada en la coherencia ética y moral, la defensa de las libertades y la máxima utilización de los resortes del Estado de Derecho para conseguir la desaparición de la organización terrorista que lleva casi cuarenta años distorsionando con sus crímenes la política española, el Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo.

Pero llegó el presidente Zapatero y, sin explicaciones, inició otro camino diametralmente opuesto. Zapatero ha dado la vuelta radicalmente a la estrategia anterior, se ha propuesto lograr que “la izquierda abertzale” (léase los terroristas y sus cómplices más cercanos) se integre con normalidad en las instituciones y dé el gran paso de defender sus ideas sólo a través de la política, desterrando para siempre el uso de las armas y la coacción. Loable empeño.

                              

Hasta que se produjo el “accidente” de la T-4, ETA llevaba 42 meses sin matar y Zapatero, contento y confiado, declaraba un día antes, su "convicción" de que en materia de la lucha contra el terrorismo "hoy estamos mejor que hace un año" pero " dentro de un año estaremos mejor”. Fino olfato.

Lo cierto es que a ETA, hoy por hoy, no le interesa matar. En este momento le resulta más eficaz seguir el juego a nuestro ingenuo presidente y probablemente esté dispuesta incluso a plantear en un futuro un gobierno de coalición Otegui-López (¿Se imaginan la foto?). Pero ETA ni renuncia, ni renunciará jamás a la independencia del País Vasco, a la anexión de Navarra, ni mucho menos a seguir usando la coacción de las armas. En términos de libertad democrática, ¿Qué diferencia hay entre el uso efectivo del crimen como instrumento político y la amenaza latente de utilizarlo cuando convenga?

El Gobierno ha cedido y está cediendo al chantaje de ETA, está allanándole el camino hacia la integración en la vida política del País Vasco, lo estamos viendo clamorosamente estos días con las vergonzosas revelaciones de las reuniones secretas y suplicantes de representantes del Gobierno con la banda criminal. Pero, ¿qué ocurrirá cuando ETA tenga ya todo lo que el gobierno le puede dar? ¿Qué hará entonces?

Para lograr que la sociedad española –y más concretamente la vasca- sea verdaderamente libre, es imprescindible, no sólo que ETA no mate, sino que no tenga la posibilidad de hacerlo, que se desintegre, que deje de existir. Todo lo demás, no es más que refugiarse infantilmente en el tan acertadamente llamado por el filósofo Gustavo Bueno: “Pensamiento Alicia” que no es más que confundir los deseos con la realidad.

 
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