Tres fábulas con faisanes

Nueva York, Estados Unidos. El inspector de policía Michael Grandawer entra en el bar El Tucán, regentado por Bill, que se dispone a entregar próximamente a Al Qaeda una importante suma de dinero, procedente de las actividades de extorsión de la banda. De la investigación puede deducirse que Grandawer le pasa un teléfono a Bill, a través del cuál el jefe de la policía de Nueva York le advierte de que está vigilado y le insta a que no efectúe la entrega del dinero, porque la policía tiene previsto detenerlo con las manos en la masa. El suceso tiene lugar en el marco de una negociación del Gobierno con la banda terrorista. La prensa y la oposición sospechan que está habiendo importantes cesiones por parte del ejecutivo y enmarcan el chivatazo en ese contexto.

El salto del caso a la prensa provoca la dimisión de Grandawer, del jefe de la policía de Nueva York, y del Secretario de Interior. La oposición política y mediática se lanza en bloque a denunciar los hechos, lo que obliga al Gobierno a cesar a todos los implicados en la negociación y en el chivatazo, al director de la CIA y al responsable de Seguridad Nacional. A medida que la prensa publica nuevos detalles sobre la negociación, sacudidos por la marea de indignación de los norteamericanos, que toman las calles y se manifiestan sin descanso, se ven obligados a dimitir también la secretaria de Estado, el vicepresidente del Gobierno, tres o cuatro asesores, y seis cocineros de la Casa Blanca, que en el momento de su renuncia se encontraban partiendo el bacalao. La oposición presiona para que dimita el Presidente, saliendo a diario en todos los medios de comunicación para denunciar el caso ante la opinión pública. El presidente del Gobierno presenta finalmente su renuncia. Varios de los cargos salientes ingresan en prisión. Los periodistas que han destapado el caso reciben todo tipo de elogios y reconocimientos, y se pasean por las facultades dando conferencias a jóvenes los estudiantes de periodismo.

Berlín, Alemania. El inspector de policía Stefan Gloff entra en el bar La Cigüeña, regentado por Staionbruguer, que se dispone a entregar a una organización terrorista una importante suma de dinero. De la investigación se deduce que entre Gloff y el responsable de la policía de Berlín han dado el chivatazo a Staionbruguer, para evitar su inminente detención. La prensa descubre los hechos y los saca a la luz, resaltando que se producen en el contexto de una negociación del gobierno con la banda.

A los pocos días, Stefan Gloff se entrega en la comisaría. Lleva noches sin dormir, ha perdido varios kilos y está profundamente deprimido por lo que ha hecho. Delata a todos los participantes en la tropelía, facilitando la entrada en prisión de todos ellos. La oposición empapela las grandes ciudades alemanas acusando de traición a la nación a todos los que han participado en la operación. El escándalo obliga a la presidenta del Gobierno a reformar por completo su estructura policial. El ministro de Interior decide entonces poner su cargo a disposición de la presidenta. La máxima responsable del Ejecutivo acepta gustosamente la dimisión del ministro y, aprovecha el momento en que este se despide y se da la vuelta para propinarle una inmensa patada en el trasero, de muy duras consecuencias para el ministro saliente. La prensa inmortaliza el momento y lo lleva a sus portadas. La Presidenta cuelga la foto en la pared del despacho del nuevo ministro de Interior, por su marcado carácter ejemplarizante.

Irún, España. Caso ‘Faisán’. Lo ocurrido, ya lo conocen. La prensa publica los hechos que relacionan cada pieza del escándalo con el puzzle de la primera negociación del Gobierno con la banda terrorista. El jefe del partido de la oposición guarda silencio sobre el escándalo. Tan solo un diputado planta cara al caso Faisán. Cada miércoles, Gil Lázaro ejerce su derecho –y deber- de hacer oposición. El resto de los diputados de la oposición están muy ocupados consiguiendo el silencio propio y el de sus compañeros. La orden es heredar calladamente el poder. Algunos partidos de la oposición dicen que el ‘Faisán’ les da “risa”. Mientras, el ministro del Interior y el Presidente del Gobierno no dan ninguna explicación, se mofan de Gil Lázaro tarde tras tarde, e incluso le dedican canciones de Amaral, en una forzadísima gracia que el vicepresidente debió ensayar mejor la tarde anterior. El Gobierno se felicita por su propia gestión en el caso ‘Faisán’. Finalmente, se viene arriba, y pide la dimisión de Gil Lázaro. El jefe de la oposición mira hacia otro lado. Lee el Marca y atiende a la prensa rosa. El presidente del Gobierno se monda de risa. La mayoría de los medios critican a Gil Lázaro y a los periodistas que están investigando el caso. El diputado popular es condenado por cualquier razón y defenestrado políticamente. El Gobierno y la oposición pactan aislar, debilitar o abducir a los medios y los periodistas que han denunciado el caso. Los actores del chivatazo dan conferencias sobre ética en las facultades de Periodismo y Políticas. El Gobierno condecora y asciende a todos los funcionarios implicados en el caso Faisán. El ministro del Interior se convierte en el nuevo candidato a Presidente del Gobierno, y gana las elecciones por incomparecencia del rival. Fin.

 
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