Las dos fotos: 1996 y 2009

He estado comparando las famosas dos fotos, de ayer y de hoy. La comida de Aznar con sus amigos y compañeros de pupitre en La Moncloa. Pongo una junto a la otra y observo algunas diferencias. La más llamativa es el salto de Mariano Rajoy, de la última a la primera fila. Por su aspecto, es fácil deducir que en 1996 no había imaginado aún que algún día sería candidato a la presidencia del gobierno. La segunda diferencia es que la nieve ha inundado espectacularmente el bigote de Aznar. La tercera, que constituye un hecho casi milagroso, es que Isabel Tocino está trece años más joven que en 1996. La cuarta no es una diferencia, sino una ausencia: la de Javier Arenas. La quinta es que Esperanza Aguirre ha abandonado definitivamente la uniformidad de mediados de los 90 y busca la nota de color. Me refiero, en ambos casos, a su vestimenta. La sexta es que Piqué tiene cara de ganar mucho más dinero ahora que antes, aunque nunca se sabe. Y la séptima, por no seguir, tampoco es una diferencia sino lo contrario: Cascos tiene exactamente la misma sonrisa enigmática que en la foto de La Moncloa. No se sabe si se está riendo de la cara del fotógrafo, si acaba de atar a traición los cordones de los zapatos de Rajoy con los de Aznar, o si simplemente está recitando mentalmente “La venganza de Don Mendo”, viejo truco que vuelve a estar en alza para salir con sonrisa natural en las fotografías.

En general han engordado todos unos kilitos, menos Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre, que han adelgazado. Todo esto demuestra que es una mentira universalmente aceptada eso de que los años pasan igual para todos. Lo único cierto es que todo el mundo se muere algún día, pero los años pasan como quieren sobre cada uno.

Otro detalle que salta a la vista es que participar en esta fotografía no le ha hecho la misma ilusión a todos los presentes. Las carcajadas de Rajoy parecen más fruto de los nervios que de la alegría. En cuanto a la expresión corporal de cada uno, resulta evidente la relajación de quienes ya no están enfangados en la arena política. Con excepción de Eduardo Serra -de quien ignoro su actual ocupación- que posa tieso como una estaca, con la misma firmeza y rectitud que en el 96. Pero es una excepción irrelevante, porque esa misma costumbre la tienen todos los que han pasado más de dos años al frente del ministerio de Defensa. A Abel Matutes, por ejemplo, se le nota la jubilación en la mirada desparramada de serenidad, que contrasta con las risas nerviosas de Esperanza Aguirre.

Rato merece un capítulo aparte. Después de ver media docena de fotografías me cuesta adivinar su pensamiento. En unas parece que está intentando escaparse del ángulo poquito a poco, por el margen derecho de la foto, como hacen los futbolistas tramposos –o sea, todos- cuando avanzan disimuladamente en las faltas con barrera. En otras, su gesto de preocupación no deja lugar a dudas: está pensando si la especialidad del hotel en cuestión será la carne asada o el arroz con bogavante. Por su aspecto, no parece tener ganas de remangarse, volver a la política y  ponerse a trabajar para solucionar el desaguisado económico que nos asola. Con su gesto distante y bohemio, a medio camino entre Bruce Springsteen y Jack Nicholson, cuesta creer que fuera cierto lo que se publicó hace tan sólo unos meses sobre su posible regreso a la primera línea política en caso de debacle electoral del PP. Tal vez fuera aquello un error de transcripción. ¿No sería a la primera línea de playa?

Comento todas estas tonterías porque a la hora de sentarme a escribir este artículo todavía no ha trascendido ni una sola palabra interesante sobre la razón de este peculiar encuentro. Dando por supuesto que no puedo considerar que “¡ah!”, “¿eh?”, “¡cuánto tiempo!”, “qué día tan soleado”, “vamos yendo”, “¡menuda tripa te has echado!” y “oye Jose, ¿sabes en qué se parecen Rajoy y la Mona Lisa?” sean declaraciones que vayan a cambiar el curso de la Historia. Sin embargo, a pesar de que no se sabe casi nada sobre el contenido de la comida, López Aguilar, como buen candidato electoral, ya se ha apresurado a lanzar su valoración. Ha dicho que Aznar convoca “un gobierno en la sombra” con esta reunión. No resulta creíble su tímida crítica. Diga lo que diga el ex ministro de Zapatero, lo cierto es que tal y como está el patio ya les gustaría a los socialistas que fueran Aznar y sus ministros del 96 los encargados de gestionar la lamentable y penosa situación económica que atraviesa el país. Una situación que, por cierto, empeora día a día ante la pasividad del gobierno que no está en la sombra.

 
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