Del natural

Que la vida imite al arte más que el arte a la vida es un hecho bien infrecuente, por mucha hiperestesia que pueda llevar a creerlo habitual. Hay casos tan particulares, que ya ni siquiera puede discernirse en ellos el orden correcto de prelación, tan trenzados, arte y vida, se presentan. El último, y desconcertante, es el de un polaco llamado Krystian Bala. La justicia de su país lo ha condenado a veinticinco años de prisión por un asesinato. El asunto no habría trascendido del puro ámbito judicial si no fuese porque Krystian Bala es el autor del crimen, pero también de una novela muy vendida –Cólera–, que recrea punto por punto ese mismo crimen.

Lo problemático de un caso tal, dando por descontados la amoralidad y el temple literario que requiere, es la aventura de abismarse en la conciencia del personaje para conocer cuál fue su intención primera. Dicen las informaciones que la víctima, Dariusz J., mantuvo una relación con la esposa del escritor. Entonces el móvil para la tortura durante tres días y el posterior apuñalamiento estaría claro: los celos. Y no hay por qué dudar de que este insano sentimiento lo llevara a aniquilar al adversario marital. Sólo que con este hecho desnudo no hallamos condición suficiente para justificar el furor de testimonio destinado a la imprenta que le sobrevino después.

Y es aquí donde entra como hipótesis la formulación, por lo común improbable, de Óscar Wilde. Pues, si bien los celos pudieron ser causa principal del asesinato y, una vez perpetrado, Bala tuvo la sangre fría de emplear como material narrativo un extraordinario apunte que ya había tomado del natural, tampoco hay que desechar que su proceso volitivo operase a la inversa. Quizá, escritor por encima de todo, Bala ya tenía bosquejada a grandes rasgos en su imaginación la trama de una futura novela criminosa, y para documentarla del modo más exacto recurrió a la vía de los hechos en la persona del odiado amante de su esposa. Entonces, los celos no habrían constituido sino un mero factor coadyuvante, subordinado al gran móvil del Arte.

Hay en Polonia quien afirma que ha podido ser el propio Bala quien haya avisado a la policía de forma anónima para que saliera a la luz todo el asunto, y poder multiplicar así el número de ventas de su novela. De ser cierto, estaríamos ante un genio consumado, acaso no de la literatura, pero sí de la mercadotecnia. Afortunadamente, sin embargo, hay genialidades tramposas y perversas que acaban siendo atemperadas por los rigores de un Código Penal.

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