Lo normal
Guitiriz. Provincia de Lugo. Mañana tranquila en la gasolinera. Goteo de coches que entran, llenan sus depósitos y se marchan. Algunos se detienen a comprar la prensa, algo de comer en la tienda, o pasan al baño. Un conocido empresario toma la salida en la autovía y aparca en las inmediaciones de la gasolinera. Motor al ralentí. El conductor mira el paisaje, consulta su reloj y lee la prensa. A los pocos minutos, un coche oficial de color oscuro entra a gran velocidad. Se sitúa frente a los baños y se abre la puerta. De él se baja un conocido ministro de pelo canoso y puntiaguda nariz. El ministro entra apurado en el baño para aliviar su prisa. Al instante, el empresario se cuela también con una ágil zancada, y se sitúa en el mingitorio más próximo al ministro. Lo normal.
- Vaya mañanita. – dice el ministro.
- Ya le digo. –responde el empresario.
- Hace frío, pero frío de verdad.
- Es raro, en esta época.
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- Fíjese que yo soy de la tierra, pero vivo en Madrid y estoy acostumbrado al frío, pero es que lo de hoy no tiene nombre.
- No tiene nombre, no.
- Debe ser el calentamiento del clima climático.
- Debe ser, sí.
- El frío atonta a la gente.
- ¿Por qué lo dice?
- Pues llevamos media hora de viaje y está la carretera llena de domingueros. La gente ya no respeta la prisa de los demás.
- Es una vergüenza. Como lo de Mourinho.
- Bueno, bueno, de eso no me hable, que me caliento.
- Es que me pongo malo.
- Yo igual. Con el fútbol, pierdo los papeles.
- Pues nada… Vaya semanita.
- Oiga y usted ¿cómo se llama?
- No, dígame, ¿cómo se llama usted?
- Yo pregunté primero.
- Y yo pregunté después.
- Buenos pues da lo mismo.
- Lo mismo da.
Ambos se dirigen al lavabo y proceden a lavarse las manos con abundante jabón. Se cruzan la mirada en el espejo.
- Fíjese que su cara me suena de algo. – comenta el empresario.
- Sí, soy Elton John. – responde el ministro.
- Ya decía yo. Me encantan sus discos.
- Gracias. Bueno, pues que tenga usted un buen día. No le estrecho la mano porque no es el lugar más adecuado.
- Deje, no se moleste. Me alegro de haberle conocido. Y ya nos veremos en otra gasolinera.
- Un placer orinar con usted.
Los dos hombres caminan por separado hasta sus respectivos coches. De pronto, el empresario saca una bolsa blanca y llama al ministro.
- ¡Disculpe!
- Dígame.
- Es que me ha caído tan simpático, que me gustaría compartir con usted esto.
- ¿Y qué es?
- Pues es un bizcochito casero que está para perder el sentido. Recién sacado del horno.
- ¡Qué buena pinta!
- Pues tenga, tenga, le doy la mitad.
- Con mucho gusto. Mire, a cambio, yo le voy a regalar este pin del AVE que acabo de encontrar en la alfombrilla del coche. Está un poco descolorido pero bueno, oiga, un pin es un pin.
- Lo guardaré como pin en paño. Muchísimas gracias.
- Yo daré buena cuenta de su bizcocho, hasta mañana a las ocho.
- Cuando llegue a casa le contaré a mi mujer que me he encontrado casualmente con… con… ¿cómo era su nombre?
- Freddie Mercury.
- Eso es. Mercury. Tengo todos sus discos.
- Y yo.
- Buenos pues hasta otra y buen viaje.
- Hasta otra. Buen viaje.
Ambos coches abandonan la gasolinera con diferentes destinos.
Todo lo demás que haya podido ocurrir antes, después o durante estos hechos, es pura casualidad. Todo lo demás que haya podido ocurrir antes, después o durante estos hechos, es mentira. Mentira masiva.