El poder de la imagen en los tiempos del rey Sol

El poder mágico de los trajes de Luis XIV a Luis XVI no tenía otro objetivo que deslumbrar para imponer el poder a secas. De la misma forma que los “grandes” de hoy milimetran cada gesto para ejercer su influencia.

Estos días se han comentado hasta el extremo la presencia, dichos y gestos de los grandes de este mundo reunidos en Londres y Estrasburgo: la mano de Michelle Obama sobre los hombros de la reina de Inglaterra; el comentario de Isabel II cansada del jaleo de Berlusconi; la frase de Obama a Lula, presentándolo como el líder más popular del planeta; la rigidez en el vestido de Sarah Brown y el aire desenvuelto de Michelle Obama; o los besos de Nicolas Sarkozy a Michelle Obama y el apretón de manos entre el esposo de ésta y Carla Bruni. Pocas cosas de las que se han visto eran anodinas.

Por eso resulta doblemente interesante la exposición que presenta el castillo de Versalles permitiendo descubrir los códigos del vestuario de la corte francesa, durante los siglos XVII y XVIII. Los trajes estaban creados para vestir y deslumbrar al resto del mundo, pero también para enviar un mensaje visual y señalar a todos dónde se hallaba el verdadero poder.

Los comisarios de la exposición, Pierre Arizzoli-Clémentel y Pascale Gorguet-Ballesteros tienen el mérito de haber recolectado la mayoría de las 200 obras expuestas -trajes, joyas e iconografía- gracias a los préstamos de las colecciones reales de Londres, Dresde, Dinamarca y Portugal o de las colecciones imperiales de Viena y de los zares de Rusia, todas ellas fuertemente inspiradas en la moda francesa, y casi siempre adquiridas en el mismo París.

Como se recoge en memorias y archivos de la época, el largo de las colas de las faldas podía despertar tantos comentarios y discusiones como la mano de Michelle Obama sobre la reina de Inglaterra. Pues el largo dependía de la importancia de la ceremonia y del rango de quien la portaba. La falda expuesta de la princesa Sofía Magdalena de Dinamarca tiene una cola de cinco metros, y un miriñaque de dos.

Los zapatos de caballero blancos con tacones altos rojos, y decorados con nudos, broches o lazos, estaban a la moda bajo el reinado de Luis XIV. Eran signo de una particular elegancia. Sería una buena cosa para Nicolas Sarkozy que volvieran a utilizarse para poder elevar su estatura sin tener que ocultar sus alzas. 

 
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