El voto gramatical

No sé si es que con la edad uno se va volviendo también sibarita en las cosas del votar, apagado ya el ardor combativo de los primeros sufragios. Entre todos los votos que existen –el ciego, el útil, el de castigo, el frívolo, el extravagante, el de protesta, cualesquiera otros que se nos ocurran–, hay uno que quizá solo nos planteemos cuatro sonados, y que ahora no desdeño a la hora elegir la papeleta. Lo llamaremos, simplificando, voto gramatical.

Viene esto al caso porque el anticipo de la campaña ya nos ha traído los primeros mensajes de propaganda política. Concretamente, en nuestro confidencial, sobre las cabezas de los articulistas que vamos rotando en esta sección, campea estos días un eslogan bifásico del PP: «Lo primero el empleo», con fundido a azul tras el que surge un «Empieza el cambio», acompañado de las siglas del partido. El cambio no está empezando bien.

Con el Panhispánico de la Real Academia en la mano, el ejerciente del voto gramatical tuerce el gesto y amonesta. Usos lingüísticos de la coma, punto 1.2.5.: «Se escribe coma para separar el sujeto de los complementos verbales cuando el verbo está elidido por haber sido mencionado con anterioridad o estar sobrentendido». Aquí se trata de lo último. Se sobrentiende el verbo ser en tercera persona de singular, de modo que la enunciación correcta del eslogan sería: «Lo primero, el empleo».  

Si no se tratase más que de este descuido en la puntuación, peccata minuta. Lo que sobresalta y amohína al elector gramaticalmente alerta, y aunque sea en principio favorable al candidato con más visos de ocupar la Moncloa, es que el propio Rajoy muestre vicios lingüísticos capaces de desanimar a aquel y aun desmovilizarlo. Qué de queísmos en cada una de sus declaraciones. Qué de terminaciones en -ado con la -d- intervocálica perdida, en alegre promiscuidad diafásica con las mayores formalidades de sus solemnes discursos parlamentarios.

El votante con plena conciencia gramatical se plantea que optar por Rajoy será, además de otras muchas cosas, optar por el traslado del queísmo y de la relajación articulatoria inoportuna a las más altas instituciones de gobierno. Estoy seguro que eso no va a ningún lao frente a lo que pueda aportar de beneficioso en el orden práctico del hacer y no del decir. Mas el decir también es importante. Y si alguien cree insustancial el reparo que aquí he ido exponiendo, piense que al cabo hay quien no vota a un candidato por su calva o sí lo vota por el corte de su traje. En fin, esta probable ligereza nuestra es un punto más decorosa.

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