La voz de la calle

No albergo ninguna esperanza en que Zapatero quiera y sepa escuchar el mensaje que decenas de miles de ciudadanos le volvieron a enviar el pasado sábado en las calles de Madrid, secundando una convocatoria realizada por la Asociación Víctimas del Terrorismo, para mostrar de forma clara y contundente al Presidente del Gobierno su oposición al proceso negociador que está llevando a cabo con ETA.

Allá el Presidente con su empecinamiento, con su endiosamiento ante lo que cada día que pasa en su mal llamado “proceso de paz” parece más claro y evidente: la nula voluntad de ETA para dejar definitivamente la violencia y el empeño, absolutamente irresponsable de Zapatero, por intentar amansar a la bestia.

¿Hará caso el Presidente a la voz de la calle? El, que fue a numerosas manifestaciones con motivo del Prestisge o de la guerra de Irak, ¿será ahora sensible al clamor ciudadano? Ya he dicho al comienzo de este artículo: creo que no. Zapatero está tan poseído de si mismo que difícilmente está en condiciones de escuchar, de atender y mucho menos de rectificar.

Sólo el hecho de que en menos de dos años, las víctimas del terrorismo hayan tenido que salir cinco veces a la calle, y con ellas miles de ciudadanos, para protestar por la política antiterrorista de este Gobierno sería algo que debería de hacer reflexionar al Presidente. Pero no, Zapatero no escucha, no atiende a razones, no informa a la opinión pública ni al líder de la oposición ni al Congreso de los Diputados, ni a las propias víctimas. Está ere que erre empecinado en perseverar en su gran error desde que llegó a la Moncloa: intentar el fin de ETA, no mediante su derrota, sino a través de la negociación política.

Pero como el Presidente puede ser un irresponsable pero no es tonto, intenta revestir su actitud con bonitas palabras como democracia, paz. ¡Es la libertad imbécil!, dan ganas de gritarle cada vez que argumenta que llevamos más de tres años sin muertos, lo cual está muy bien, pero ni es suficiente ni es lo fundamental. El objetivo debería ser derrotar totalmente a ETA y todo lo que ETA representa. Eso es mucho mas que el que no haya muertos. Eso implica que en el País Vasco, los no nacionalistas puedan ser ciudadanos libres, con los mismos derechos que los nacionalistas. Que no te maten, ni te persigan, ni te marginen por militar en determinado partido político o defender, por ejemplo, la Constitución y el Estatuto de Autonomía.

Pero eso Zapatero no lo entiende. O no lo quiere entender. El a lo suyo: a tener gestos de comparecencia con el mundo de ETA-Batasuna. ¿Qué la banda terrorista roba 350 pistolas y 9.000 cartuchos?, pues el Presidente lo que hace es no reconocer la evidencia y se escabulle ante el anuncio que hizo en su día de “consecuencias graves”, si se confirmara que dicho robo fue obra de ETA. ¿Qué los franceses lo confirman?, pues Zapatero dice que las consecuencias serán ¡perseguir a los autores del robo! y ponerlos a disposición de la justicia. ¡Menos mal señor Presidente! ¡Que gran muestra de firmeza democrática!

Que el mal llamado “proceso de paz” ha encallado es algo que hasta un ciego puede ver. Se podría entender que, desde un punto de vista estratégico, el Gobierno no quisiera ser el que lo rompiera y que estuviera esperando a que lo hiciera ETA. Pero el problema no es ese. El problema radica en que Zapatero se ha metido en un callejón que no tiene salida, que es oscuro, sórdido y no sabe que hacer. Ni quiere retroceder, ni darse media vuelta, ni pedir ayuda. Y así es muy difícil que esto acabe bien. Si ETA vuelve a matar, sin ninguna duda que la responsabilidad será únicamente suya, pero también habrá otro hecho insoslayable: un gobernante irresponsable haya causado un enorme daño y un retroceso en la lucha que ejemplarmente toda la sociedad española: el que ha mantenido en los últimos treinta años contra una banda terrorista que ha asesinado a 817 personas.

 
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