RTVE: ¿recortar para qué?

La nueva “Royal Charter” se otorgará en sustitución de la actual, que expira a finales de este año, y será el marco de acompañamiento de la BBC en el nuevo universo de lo digital, en el que la BBC tiene reservado un protagonismo fundamental. Desde hace tres años, el proceso amplio y transparente de debate sobre el qué y el para qué de la BBC en el siglo XXI ha generado multitud de documentos de diverso origen, el más reciente de los cuales es el Libro Blanco que acaba de hacer público la Secretaria de Cultura, Tessa Jowell, titulado “Un servicio público para todos: la BBC en la era digital”, que asume algunos de los principios propuestos por la propia corporación y su actual presidente, Michael Grade. De lo que se discute en todos estos documentos es, principalmente, de grandes principios, de visiones sobre el ser y el deber ser de la televisión pública. ¿Cómo definir la estructura más apropiada y eficiente de un organismo como la BBC si antes no se ha definido para qué se quiere que sirva esta entidad, qué funciones y objetivos debe cumplir en un momento histórico, cultural y tecnológico determinado? Resulta descorazonador, siguiendo esta línea argumental, que el gran debate sobre la reforma de RTVE haya terminado centrado no en las ideas, en las visiones o en los objetivos, sino en las necesidades de reajuste de estructura como condición impuesta en los presupuestos generales del Estado de 2006. ¿Es lógico este orden? ¿No deberíamos debatir primero qué televisión pública queremos y luego dedicarnos a pensar cuánto cuesta hacerla? ¿No era ese el propósito del famoso y debatido informe del “Comité de Sabios”: definir antes de presupuestar? ¿No debería cerrarse primero la discusión del marco legal general de la radio y la televisión públicas y pasar luego a hacer las cuentas pertinentes? Porque si atendemos a la defensa que tanto el presidente Zapatero como la vicepresidenta de la Vega están haciendo de la “reforma” de RTVE, da la impresión de que ésta no responde a más objetivos que los de viabilidad y responsabilidad financiera, buenos en sí mismos pero que en ningún caso pueden considerarse como una visión salvo que el modelo consista en asumir que da igual lo que tengamos con tal de que no acumule más déficit financiero. Desconozco los detalles del Plan de Saneamiento de RTVE elaborado por la SEPI y cuyas líneas generales fueron adelantadas a los sindicatos el pasado 10 de marzo. Es más, tengo la sensación de que nadie, salvo la propia SEPI y las consultoras que han participado en el diseño del plan, conocen de verdad  los números barajados y las realidades que se esconden detrás de ellos. Pero si he de guiarme por el documento adelantado a las centrales sindicales y a los medios de comunicación, mi conclusión es que prácticamente todo lo que se hace actualmente en RTVE puede hacerse con tres mil personas menos y un presupuesto sustancialmente inferior al actual. Y si esto es así, es decir, si la televisión pública estatal que tenemos en la actualidad es tan sobrecogedoramente ineficiente como parece revelar la propuesta de la SEPI, entonces el orden del proceso está bien definido: primero, sanear y luego, ya veremos quién discute sobre qué.

 
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