La daga y el bulo

Son armas de las que destacaría una semejanza: ambas están diseñadas para que se puedan escamotear; y, una diferencia: el bulo no tiene empuñadura. Y es, precisamente en esta característica diferencial, en la que me detendré. Pues, la convierte en un cuchillo hoja solo, que producirá en quien lo empuñe -además del corte superficial- un tajo profundo asestado en el tejido más interno, ese que sostiene su ser como persona.

Utilizan el bulo con profusión gentes sin escrúpulos, esas para quienes “el fin justifica los medios”. Pretenden impedir que nada ni nadie pueda oponerse a sus intereses, o interferir en la consecución de sus objetivos. No tienen reparo en hundir a quien sea, destrozando sin piedad su honra, sus ilusiones, su familia, convirtiéndolo en un proscrito social, tratando de enterrarlo en vida.

Ocasionalmente, su única motivación es satisfacer el placer que les produce dañar al contrario, movidos por envidia, odio, deseos de revancha, ... Ignoran que el fluido repugnante de su afán ya les ha envenenado a ellos antes de babearlo fuera.

Estos falsarios vierten su ponzoña en cualquier ámbito: personal o institucional, económico, empresarial, laboral, político…, y suelen prepararlo y ejecutarlo con alevosía, tratando de esconder en el anonimato su cobardía.

Alimentan en su interior una bestia de apetito insaciable, con la que se sentirán cada vez más cómodos, hará camada y les parasitará hasta consumirlos por completo. 

La renuncia a criterios morales degrada inevitablemente nuestra dignidad humana, y asemeja nuestro comportamiento al de los animales, cuya única regla es el instinto.

¿Qué no serán capaces de hacer con inteligencia artificial (es decir, inventada), promotores y desarrolladores sin conciencia?.

Un grave problema aguarda, además, al que quisiera dar marcha atrás: la justicia exige restituir a la víctima, reparando el perjuicio causado. Tarea que -aquí- se antoja casi imposible, pues reponer la fama robada es tan difícil como recoger un saco de plumas aventado en una cima elevada. Y la carga de semejante culpa, no justificada, supondrá una losa pesada, que habría de soportar mientras no lograra saldarla. 

Un sonoro aldabonazo que nos llama a extremar la responsabilidad en el hablar, en el escribir y en el callar.

 

Francisco Javier Lage Ferrón

Video del día

Renfe deja de indemnizar a los viajeros
por retrasos de 15 y 30 minutos
Comentarios