La política 3-D

Recientemente en una entrevista a Pablo Iglesias, nuevo fenómeno político y sociológico, al ser preguntado sobre cómo de izquierdas se consideraba, contestó que “la política ya no se trata de izquierdas contra derechas, se trata de demócratas contra dictadores”.

Dejando claro que me separa un abismo ideológico con el planteamiento del líder de Podemos, diré que comparto el 50% de su afirmación. La política no puede, ni debe analizarse sobre un eje bidimensional, la ciencia política gravita sobre un escenario tridimensional en el que la variable izquierda-derecha se complementa con el binomio intervencionismo-liberalismo.

Merece la pena detenerse en la identificación de los términos para comprender lo enriquecedor de esta visión tridimensional. Desde los años de la Transición, en nuestro país existe una sensación de mayor aceptación social a la identificación personal con la izquierda que con la derecha. Para un amplio espectro de nuestra sociedad el término “izquierda” se asocia a valores como el progresismo, la igualdad o los derechos sociales, frente al concepto “derecha” que quedó estigmatizado por la vinculación en el imaginario colectivo con los años de la dictadura.

En el otro eje, el relativo al intervencionismo vs. liberalismo, es más común encontrar personas que se autodenominen liberales que intervencionistas. En la clásica dicotomía de la Ciencia Política entre estos dos conceptos, el intervencionismo ha optado por perseguir unos fines igualitaristas que en la práctica política han dado lugar a unos hiperliderazgos que en muchas ocasiones se escapan de la rendición de cuentas, derivando en una sociedad política piramidal en la que el Estado es el ente más capacitado y legitimado para decidir por los ciudadanos. Se convierte así al individuo en un súbdito del Estado en favor de un colectivismo que busca la igualdad real de la población.

En contraposición, en el otro extremo de este eje encontramos la visión liberal, donde prima la búsqueda total y absoluta de la libertad del ciudadano, optando por un enfoque en el que se antepone el individuo sobre el colectivo.

Muchas personas tienden a caer en el error de circunscribir la concepción liberal única y exclusivamente al terreno de lo económico, dónde la libertad económica, el sentido de la propiedad o la simpatía por el sistema capitalista son sus principales señas de identidad.

Desde una perspectiva más cercana al ámbito de la política práctica, la concepción liberal podría sintetizarse en una frase de Frédéric Bastiat que dice que “Todo el mundo quiere vivir a expensas del Estado. Olvidan que el Estado vive a expensas de todo el mundo”.

A tenor de lo anterior, se podría afirmar que la división político-ideológica planteada estrictamente en términos izquierda-derecha ha quedado obsoleta. La categorización ideológicamente en base a esta concepción polarizada, fruto de la distribución de los asientos ocupados por los representantes de la Asamblea Nacional de Francia en 1789, es un ejercicio de simplismo que no podemos permitirnos como sociedad adulta.

Existen diferencias políticas fundamentales que las viejas categorías por sí solas no pueden explicar. De ahí que las aportaciones de polímatas como Hans Eysenck, David Nolan o Jerry Pournelle hayan buscado ampliar el espectro político.

 

Un espectro político personal en el que cada ciudadano debería profundizar. Nuestra sociedad necesita ponerse las gafas de visión 3-D y analizar el escenario político actual o pasado, nacional o internacional, no desde la perspectiva de un simple eje con dos coordenadas sino como un espacio con mayores variables para demostrar nuestra madurez política.

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