“Mecachis, qué guapo soy”

Bueno. Ya ha terminado el congreso triunfal del PP en Sevilla. Ha habido euforia, contenida pero euforia, aunque resulta comprensible.

No era para menos. Con sólo echar la vista atrás, al congreso de hace cuatro años, en Valencia, y mirar ahora el presente, el camino recurrido resulta espectacular. Nunca en la historia de España un partido ha acumulado tanto poder como hoy el PP.

Y también es disculpable el tono de satisfacción, de autocomplacencia, que traslucía el líder, y presidente del Gobierno. Poco le faltó para entonar el famoso “Mecachis, qué guapo soy”.

Vale. Había que celebrarlo.

Pero ahora hay que poner de nuevo los pies en el suelo. Hay que volver a remangarse, fajarse en la brega, y así empezar a sacar este país del caos y de la amenaza de quiebra y hasta de intervención.

Y eso se hace trabajando todos los días, desde hoy, lunes. Pero sobre todo aplicando las recetas que, según dijo Rajoy, llevaban tanto tiempo preparando, a la espera de llegar al Gobierno.

Es el momento de no rajarse. De no acoquinarse por las movilizaciones en la calle, que ya han comenzado, como se ha visto este domingo. También en eso, en la conflictividad social, estamos, como dijera Sáenz de Santamaría, en el “inicio del inicio”.

Queda mucho, muchísimo por hacer, y no hay que desmayar. Ni acomplejarse.

Lo digo, porque se atisban algunos síntomas que no acaban de ser tranquilizantes del todo. Por ejemplo, la reforma laboral, insuficiente para algunos analistas. Pero que, además, corre el riesgo de ser edulcorada a su paso por el Congreso, como apuntó la ministra, Fátima Báñez, cuando habló de correcciones durante el debate parlamentario.

 

Dicen que en marzo será la verdadera reforma, el recorte de verdad, el hachazo. Incluyendo la subida del IVA, una prolongación de la edad de jubilación…

Si esas, y otras más, son las recetas que el PP piensa que sacarán a España del caos económico; si de verdad cree en su plan, en sus recetas, a aplicarlas. Sin cataplasmas.

Aunque, con ello, el presidente Rajoy se vea vapuleado. Y quizá ya no pueda cantar lo de “qué guapo soy”.

Pero, si al final saca a este país del hundimiento en que se encuentra, a lo mejor entonces lo entonará, ya no él en la intimidad, sino toda la ciudadanía. Porque se lo habrá ganado.

A ver si lo consigue. Falta le hace a este país.

Comentarios