Lo que nos cuesta Zapatero

La “solución” a la crisis de Aminatu Haidar, materializada en el final de la huelga de hambre y su regreso a El Aaiún, no va a salir gratis a España, ni mucho menos.

Si Marruecos ha optado por ceder, después de aguantar el tipo un mes y pico, y ha asumido la humillación de autorizar el retorno a bombo y platillo de la activista saharaui, es porque las contrapartidas conseguidas resultan mucho más jugosas. No me cabe ninguna duda.

El anuncio de la salida de Haidar ha coincidido, sospechosa pero reveladoramente, con dos noticias paralelas. Una, la vía libre al nuevo acuerdo agrícola entre Marruecos y la Unión Europea, que penalizará producciones sensibles españolas, como los tomates. La otra, la decisión del Gobierno de enviar finalmente 500 soldados a Afganistán. Hemos pasado de los 200 apuntados inicialmente a más del doble. Esto segundo tiene que ver con la mediación de Washington ante el amigo Mohamed VI para que diera su brazo a torcer.

Aquí están dos claves de la vuelta de la líder saharaui a El Aaiún. Nos falta saber qué bocado se llevará Francia por su cooperación en el desbloqueo del problema. Porque Francia nunca trabaja gratis, y menos aún cuando se trata de España.

Así que vamos a pagar bastante cara la solución a un contencioso que comenzó con un grave error: dejar entrar a Aminatu en territorio español. Fallo por el que nadie de la Administración ha pagado.

Un alto cargo del PP me comentaba, hace unos días: “El marrón de la entrada de Haidar en España se lo viene comiendo enterito Miguel Ángel Moratinos, cuando es otro quien debería responder: Rubalcaba, que se está yendo de rositas”.

Creado el conflicto por un fallo garrafal, haberlo solventado, como digo, nos va a costar caro. Pero no hay que extrañarse. Es procedimiento habitual de Zapatero: resolver las cosas con dinero. De los españoles, evidentemente. Y no sólo con euros.

Haciendo un rápido balance de su gestión, hay que reconocer que el presidente del Gobierno nos está saliendo demasiado caro. Y no me refiero a lo que percibe cada mes, a su sueldo, que desde siempre lo he considerado insuficiente. Hablo de otros costes.

Muy alto precio pagamos en su día por aquel gesto inmaduro de no levantarse cuando desfilaba por la Castellana la bandera de Estados Unidos. Y después el arranque precipitado de escapar de Irak.

 

Como nos han penalizado internacionalmente sus amistades incomprensibles con los líderes de Cuba, Venezuela y Ecuador. O la inmadura precipitación con que España reaccionó ante la crisis de Honduras.

Cara nos va costando, por ejemplo, la actuación de Zapatero en persona respecto al Estatuto de Cataluña. Estaba prácticamente muerto, pero se le ocurrió aplicarle el boca a boca, lo sacó adelante con la complicidad de Artur Mas, y ahora está poniendo en jaque el modelo territorial y hasta la convivencia de los españoles. Con una crisis institucional que ha dejado malherido al Tribunal Constitucional.

Mucho dinero, y un grave deterioro de la imagen de país, se llevó por delante el solventar los dos secuestros de barcos españoles en Somalia.

Onerosa está resultando la famosa (aunque ahora menos cacareada) Alianza de Civilizaciones. Y su presencia en foros internacionales sobre temas sociales (no digamos nada si se habla de cambio climático), su buen rollo con la ONU y el colega Ban Ki Moon. Zapatero ha cogido el hábito de cerrarlas ofreciendo unos buenos millones de euros. Encima, da la impresión de ser el nuevo rico mundial, puesto que sobrepasa ampliamente las cantidades sugeridas por naciones mucho más poderosas y ricas que nosotros.

Y sobre el bolsillo de todos recaen las contrapartidas por el apoyo de sus socios parlamentarios, como se acaba de comprobar con la votación de los Presupuestos del Estado.

Zapatero está resultando demasiado caro para los españoles. Todo lo que estropea, lo arregla con dinero.

Dramáticas, en fin, van resultando las consecuencias de su lentitud, cuando no pasividad, en afrontar la crisis económica que azota este país. Que se lo preguntan a los cuatro millones de parados.

Y muy caro vamos a pagar, desde el punto de vista humano y moral, la aprobación de la ley de aborto libre. Una factura que hay que pasar muy directamente a Zapatero, principal impulsor y sostenedor de una reforma que nadie reclamaba, y que ni siquiera figuraba en el programa con el que se presentó a las últimas elecciones.

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