Semana de escaseces: escasa la entrevista en La Moncloa, la fianza a Otegi y el paso que marca Rajoy

No sé si nuestros políticos son pobres –si miramos a Marbella, no demasiado- pero vistos los resultados de la entrevista entre Zapatero y Rajoy se podría decir aquello de “en casa del pobre...”   Los resultados de la entrevista se hicieron patentes en las comparecencias inmediatas a la reunión. No era fácil sacar un titular que valiera para los dos. Ni el Presidente del Gobierno ni el líder del primer partido de la oposición parecían estar hablando de lo mismo.   La guinda la puso Zapatero cuando anunció sin tapujos que de convocar el pacto antiterrorista, nada de nada, que él lo que quería era el “vis a vis” con Rajoy para preguntarse por sus respectivas cónyuges y hablar de lo bien conservadas que están sus abuelas. Del resto, ya veremos. Pero, puesta la guinda, ahora salta la nata de que sí habrá convocatoria del pacto antes del verano. Largo me lo fiáis.   Rajoy, por su parte, quería poner cara de colaborador sin que se notara mucho, y pretendía parecer hostil sin que se percibiera demasiado. Y así no hay manera.   Después, llega el Fiscal General del Estado, se carga la mitad de los buenos deseos y vuelta a empezar.   Arnaldo Otegi viene por fin a Madrid. Se ríe, levanta el puño, desafía, duerme en su celda y se va de rositas a hacer de interlocutor, previo pago de su importe, en este caso una fianza que hace que todo el proceso sea una especie de “procesus interruptus”, entre gripes, bronquitis, neumonías, entradas y salidas.   Pues no se hable más. O al menos, que no hable demasiado Ibarretxe, que está en un sin vivir porque le van a dejar en “orsay”, que decían los antiguos.   Y se va cerrando la semana con acento catalán. La elefanta ya ha parido y los asistentes al parto están encantados. Se felicitan, se aplauden y toman el puente aéreo más contentos que si el Barça redondeara pronto la Liga. 89 votos a favor y 154 en contra son más que suficientes para aprobar el Estatut en el Congreso pero, si bien se mira, una ley de esa envergadura y de tanta trascendencia debería haber contado con más asentimientos y menos disentimientos. Estamos ante uno de los cambios políticos más importantes que se han dado en España después de la aprobación de la vigente Constitución. Hubiera sido necesario un mayor esfuerzo para llegar a ese resultado por otros caminos que el del trágala a diez millones de votantes.   Duran i Lleida, que está en todo, ya preguntó al Partido Popular qué haría en caso de tener la posibilidad de cambiarlo.   Son demasiados los españoles, incluidos un buen puñado de catalanes, que no están de acuerdo con la situación que se ha creado en Cataluña y –lo que es más preocupante- con la que se va a crear a partir de ahora en el resto de las autonomías. Aunque sea una frase hecha, es cierto que se ha abierto el melón y no sabe nadie cómo va a acabar.   Nadie nos ha dicho tampoco si en La Moncloa se habló de Cataluña. Posiblemente no, porque no estaba el horno para demasiados bollos y el de la tregua de ETA era suficiente pero, en cualquier caso, el resultado hubiera sido el mismo: aprobación y se acabó.   Si en España la aprobación del Estatut supone un tiempo nuevo, no menos convulsiones va a haber en Cataluña -y a muy corto plazo-, empezando por la situación del tripartito con Pasqual Maragall a la cabeza. El Honorable va a tener que lidiar a la vez el toro de Ferraz, el de José Montilla y el del adelanto de las elecciones. La papeleta no es fácil y es muy posible que Maragall rompa la baraja y adelante los comicios, lo que, posiblemente, sentaría a Artur Mas en el Palacio de la Generalidad y obligaría a Zapatero a recomponer sus alianzas en Madrid.   Todos, también la oposición, andan escasos en sus planteamientos, y mucho más escasos en capacidad de maniobra. Queda muy poco tiempo de aquí al verano y, como dice un alto cargo del Partido Popular, hay que darse más prisa de la que normalmente se tiene en la oposición. Lo que ocurre, también lo dice ese alto cargo, es que Rajoy es de andar lento.

 
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