Por la boca… Sánchez, de jocosillo a hilarante

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece durante una sesión extraordinaria en el Congreso de los Diputados, a 17 de julio de 2024/Foto de Archivo

Sánchez –que hace bromas sobre la ruptura entre el Partido Popular y Vox- sabe mucho de matrimonios (políticos, por supuesto), de uniones parlamentarias, de relaciones de pareja (políticas, por supuesto) en el Consejo de Ministros y, faltaría más, de rupturas (políticas, por supuesto).

Cuentan de un individuo escasamente dotado de neuronas, que viajero en un tren se reía a carcajadas para, inmediatamente, haciendo un gesto de desprecio con la mano, emitir un sonoro ¡bah! Un compañero de departamento, intrigado por tanta carcajada, le pregunta por la causa:

- Me voy contando chistes y me hacen gracia.

-¿Y cuándo dice usted ¡bah! en tono despreciativo?

 -Es que ese ya me lo sabía.

Sánchez en las sesiones del Congreso, se cuenta chistes y se los ríe a carcajadas, aunque muchos creen que Sánchez ya se los sabe todos de antemano.

Según los expertos en humor (ahora hay expertos para todo) hay chistes buenos, malos y hasta chistes de mal gusto. Los de Sánchez (como no podía ser de otra manera, que diría otro experto) son malos y hasta de mal gusto.

Esta vez los chistes de Sánchez han versado sobre la ruptura entre Vox y el Partido Popular y pregunta a Feijóo, con ironía contenida, si se trata de una riña de verano, de una discusión de pareja, de una ruptura en toda regla o de una relación abierta a varias bandas y es en ese momento del chiste, cuando Sánchez estalla en una estentórea carcajada.

O sea, gustándose, como un torero en una corrida de postín.

 

Y remata diciendo que Abascal tiene a Orban para consolarse. Ingenioso y ocurrente, a la vez que elegante y distinguido dentro de lo casual y natural.

Resulta reconfortante -y, sin duda, tranquiliza a los ciudadanos- que alguien, con “todo lo suyo” y con lo que se le puede venir encima con “todos los suyos”, esté para risas, aunque se las tenga que proporcionar a sí mismo.

Y es que Sánchez sabe mucho de matrimonios (políticos, por supuesto), de uniones parlamentarias, de relaciones de pareja (políticas, por supuesto) en los consejos de ministros y, faltaría más, de rupturas (políticas, por supuesto) en verano o en cualquier época del año.

Que se lo pregunten a muchos veteranos de Ferraz, a ministros cesados o dimitidos, a Ábalos, a Redondo, a Iglesias, a Montero (la de Europa), a Bellarra (la de las esencias de Podemos) o a Garzón (el experto en carnes), a Díaz (la de Sumar) y a todos los que le ríen los chistes dentro y fuera del hemiciclo y fuera o dentro del Gobierno; a Batet, a Puigdemont, a Tezanos, a Junqueras, a García (el de la Fiscalía) a los jueces en general y a algunos medios de comunicación en particular, para bien o para mal.

Sánchez –en sede parlamentaria, que diría un cursi- vuelve a dar muestras de su talla neuronal y pasa de lo jocoso a lo hilarante. Jocoso es algo gracioso y festivo. Hilarante se define como lo que mueve a la risa.

Y es que hay matices que lo dicen todo.

La carcajada… Dice Belarra sobre  el affaire de García en lo del Instituto de la Mujer: “Mientras siga, manchará al Gobierno con sus corruptelas”. Y abunda Errejón: “No puede seguir, pone en riesgo la igualdad y el feminismo”.

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