La marca España

Hay que reconocer que nuestros políticos son constantes en eso de los ‘latigillos’ que usan. Más que constantes diríamos que son contumaces, que parece que es una palabra que tiene más connotaciones de ‘coñazo’.

Que se estropea una cosecha, la marca España. Que se derrumba un edificio, la marca España. Que un perro muerde a un niño, la marca España, que a un extranjero le roban la cartera, la marca España. Que el Barcelona tiene sus más y sus menos con Hacienda, la marca España.

No todo es en negativo, porque cuando gana Nadal o Penélope Cruz da a luz, también tiene algo que ver con la marca España.

Uno supone más o menos eso de la marca España. Al menos el ministro de Asuntos Exteriores debe de tenerlo muy claro porque casi siempre lo dice. Y está en su derecho, porque se supone que lo de la marca España es para uso externo, aunque como siempre los políticos lo conviertan en autóctona arma arrojadiza.

El ministro de Asuntos Exteriores y también el Secretario de Estado y Presidente del Consejo Superior de Deportes que, cuando se descolgó con una defensa a ultranza del Barcelona por sus dimes y diretes del club catalán con Hacienda, lo hizo en nombre y en defensa de la marca España.

Y es que se ponen cansinos y además suena a nuevo, a artificial y a elaborado en una operación de marketing que no se sabe muy bien a qué responde.

Uno sabe de la historia del ‘chauvinismo’ francés, del aislacionismo de los británicos, del amor reverencial de los norteamericanos a la bandera de las barras y las estrellas o del cariño de los suizos por sus quesos y por sus bancos.

Pero lo de la marca España suena a algo como de nuevos ricos (ojalá) o de recién llegados a la urbanización con pádel y piscina.

 
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