Ardor guerrero

No me disgusta el cambio que ha experimentado el Ministerio de Exteriores desde el pasado mes de diciembre. Lo digo como lo siento.

Quedé bastante ahíto, harto y satisfecho, del anterior ejecutivo que, en materia diplomática, optó por la contemporización, el buen rollismo, el arreglito y la política-masaje.

En ello tuvo mucho que ver el gran valedor de esa idea fuerza, Miguel Ángel Moratinos, y su sucesora, Trinidad Jiménez. Pero fue el ministro quien se hizo famoso por su actitud compositora, poco amigo como era del golpe de mano, del gesto rotundo, de la firmeza.

No voy a negar que, en algunos casos, ese estilo componedor logra réditos donde el mandoble sólo provoca moratones. Pero cuando hay asuntos de Estado de por medio la cosa ofrece otros matices dignos de consideración.

Por eso, digo, no me disgusta el nuevo método que ha inaugurado José Manuel García Margallo. No es que, a las primeras de cambio, haya sacado los tanques a la calle o que siempre enseñe las garras, pero sí ha trazado líneas rojas bien definidas y actúa en consecuencia.

En este nuevo escenario, aquella liviana polémica de los guiñoles con Canal Plus en Francia, a cuenta de las chanzas sobre Rafa Nadal, Alberto Contador y el dopaje del deporte español, marcó el inicio de una nueva senda. El caso Gibraltar es, por contra, uno de los nudos gordianos de esta refrescada cara de la diplomacia española.

Además, en esta cuestión del Peñón, García Margallo parece dispuesto a echar toda la carne en el asador. La Reina doña Sofía acaba de cancelar un viaje a Londres tras las advertencias realizadas por los asesores de Exteriores, una polémica que adelantó en exclusiva nacional hace semana y media este confidencial: véalo aquí.

España va en serio. Y se nota.

Es cierto que esto no ha impedido a la señora Kirchner hacer de su capa un sayo en Argentina con el ‘affaire Repsol YPF’. Pero mucho me temo que con el enrollado Moratinos no sólo nos hubieran birlado la pana sino que, encima, al atropello bananero hubiéramos respondido con una sumisa inclinación de cabeza.

 

Como digo, no me parece mal este giro. Hay que tener cuidado con los excesos que puede provocar el ardor guerrero pero me parece muy conveniente que este país se haga oír y respetar en el exterior.

Más en twitter: @javierfumero

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