Los tres graves errores de los directores de El País

Unos días antes, los periodistas del diario El País habían votado en asamblea llevar a cabo una medida pública de protesta: no firmar sus noticias durante siete días. Su objetivo era llamar la atención ante la tensa situación que se vive en el periódico: el Grupo Prisa prepara 2.500 despidos y un durísimo ajuste salarial.

Las cifras son contundentes. En un plazo de 18 meses, el sueldo medio base de un periodista de la compañía que dirige Juan Luis Cebrián pasará a ser de 18.000 euros brutos anuales y en ningún caso, podrá superar los 40.000 euros. Es decir, se va a rebajar a la mitad la cantidad media que hoy cobra un redactor de El País.

Los periodistas llevan seis meses negociando un nuevo convenio, sin éxito, para evitar el desastre. Y se han mostrado dispuestos a bajarse el sueldo. Pero ni por esas. De modo que decidieron protestar, dejando sin firma sus artículos desde el pasado día 24, una medida que fue refrendada por el 62% de los trabajadores y que se extendió hasta el pasado jueves.

Pues bien. El martes, los cuatro directores que ha tenido el diario El País en sus 35 años de historia, Juan Luis CebriánJoaquín EstefaníaJesús Ceberio y Javier Moreno, firmaron de forma conjunta un durísimo escrito en el periódico para protestar por la actitud de los periodistas.

Estas son las principales ideas que aparecían en “Transparencia frente a Fuenteovejuna” (consulte aquí el texto completo), como se tituló el citado artículo:

-- Dejar sin firma los artículos atenta contra la deontología y el buen hacer profesional. Va también contra las normas del ejercicio profesional, “al involucrar el contenido del periódico en un contencioso laboral”. No se puede tomar como rehenes a los lectores para una disputa laboral.

-- El País no comparte necesariamente esos puntos de vista ahora anónimos (que aparecen bajo la referencia de El País, sin que lo sean), ni el lector puede hacerse una cabal idea respecto al significado de los mismos, habida cuenta que desconoce su autoría.

-- La transparencia –explican- es una exigencia indeclinable de un periodismo digno, responsable y de calidad, “que no puede refugiarse tras la protesta opaca del Fuenteovejuna de turno”. Cada discusión, a su ámbito: ocultar la autoría de una crónica, una entrevista o reportaje, en virtud de una decisión colectiva que nada tiene que ver con el contenido de dichos trabajos, atenta contra la deontología y el buen hacer profesional, y daña la relación normal con los lectores.

-- Desde la fundación de El País, sus directores se han esforzado por hacer valer unos principios cuya quiebra les parece ahora “de una gravedad sin precedentes, y una marcha atrás en la forma de hacer de la Redacción”.

 

Tres graves errores

A mi juicio, este escrito presenta tres graves errores, impropios de personas de tanta valía y preparación como las que firman.

Primero. Una de las argumentaciones que utiliza Juan Luis Cebrián y los demás firmantes admite algo peligrosísimo: los periodistas de El País escriben noticias sesgadas. No son artículos realizados desde un enfoque ecuánime, ponderado, que intenta ser objetivo y mantener el equilibrio. No. Al parecer, El País presenta informaciones de parte.

Ya sé que todo periodista es subjetivo desde el momento en el que analiza la realidad desde la óptica que le ofrece su singular bagaje cultural, social… La formación que ha tenido un periodista le ha marcado… y tantas otras cosas. La objetividad de un periodista no depende de una firma. Se mide por su esfuerzo en presentar las cosas de forma cabal, tras haber buscado honestamente la verdad de los hechos, contrastando, escuchando a todas las partes, documentándose…

Pero los directores de El País no hablan de eso. Aquí se dice otra cosa. Se dice que los lectores de su periódico necesitan saber quién redacta cada información porque, en caso contrario, no pueden hacerse una idea cumplida de su significado. Es tremendo.

Segundo. Es un grave error pensar que el anonimato de los artículos periodísticos es síntoma de falta de credibilidad o de periodismo banal. No lo digo yo. Basta con fijarse en el trabajo de uno de los semanarios internacionales más influyentes del mundo: The Economist.

Es norma de esta revista británica que los artículos aparezcan sin firma. La idea que sostiene esta regla inquebrantable es dotar a este medio de una voz unificada y un tono de rigor general, ajeno a los egos personales. Además, así se afirma la independencia de la cabecera porque resulta más difícil ejercer presiones.

Y es curioso. A pesar de la falta de notoriedad que supone no firmar las piezas en esta revista, trabajar en The Economist es algo que ambicionan muchos periodistas.

Tercero. A todo lo anterior hay que añadir el error de haber confirmado públicamente que la medida elegida por los periodistas de El País ha logrado su objetivo: incomodar a la dirección de la compañía.

Estratégicamente es una demostración de debilidad como pocas, además de ofrecer un flanco claro para futuras protestas. Los redactores del periódico ya saben qué pueden hacer si quieren intentar dar una vuelta de tuerca en futuras negociaciones. Aquí han encontrado un punto débil.

Por último, el escrito de los directores de El País ha magnificado la protesta. Algunos profesionales del sector no se habían percatado de lo que estaba sucediendo: no sabían que había una huelga de firmas, ni que había una protesta en marcha. Sin embargo, tras leer el duro alegato de Cebrián y compañía, han entrado de lleno en la polémica.

Rápida reacción de los periodistas

Los profesionales de El País han respondido a los directores con un escrito que no han podido incluir en el periódico por una prohibición expresa de sus superiores. En ese documento se puede confirmar cómo los periodistas se han percatado de la gravedad de las insinuaciones vertidas por sus superiores.

Lo demuestra un párrafo especialmente significativo, que dice así:

-- “La retirada de firmas en ningún caso ha ido acompañada de un descuido en la elaboración de los textos, en la amplitud de las fuentes consultadas o en la profundidad de las informaciones y análisis. Lo ocurrido en los últimos días ha demostrado que hay un compromiso inequívoco con la tarea colectiva de elaborar un periódico serio, riguroso e independiente. Nadie podrá decir que la retirada de firmas haya afectado lo más mínimo a la calidad habitual del producto ni haya rebajado en nada el grado de responsabilidad ante los lectores”.

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