No le pillo el punto a Rodrigo Rato

El 6 de febrero de 2009, un grupo de ciudadanos anónimos decidió registrar el dominio ‘Rodrigo Rato 2012’ y crearon una web con ese nombre. No la busquen. Ya no existe.

Aquella plataforma pretendía aupar al ex ministro a la cúspide del Partido Popular, que tomara las riendas de la formación y se convirtiera en candidato a la Presidencia del Gobierno de España en las siguientes elecciones generales.

Se trataba de ‘calentar’ el ambiente, de sondear el número de apoyos que podía reunir el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional.

La web llegó a tener 1.300 seguidores registrados. Casi 700 personas mandaron un correo electrónico pidiendo unirse a la causa y convertirse en activistas entusiastas de la iniciativa. No era gran cosa pero...

Hoy, todo esto suena grotesco.

Lo escribí en alguna ocasión: mi problema con Rodrigo Rato es que todavía no se si va o viene, no logro hacerme una composición de lugar sobre su personalidad y valía. Me desconcierta. Por decirlo mal y pronto, nunca he logrado pillarle el punto.

Su desempeño como ministro de Economía durante la primera legislatura del Gobierno Aznar fue brillante, genial, una obra maestra. Tendió puentes, invirtió tendencias, saneó las cuentas, alcanzó consensos, acometió desafíos dignos de mérito... Y algo similar se puede decir de sus segundos cuatro años en el Ejecutivo.

Después, llegó su gran decepción personal. Aznar eligió a Mariano como el heredero y él tuvo que dar un paso atrás. No le pilló en primera línea la gestión del 11-M y salió prácticamente incólume de aquel desastre, pero poco consuelo le supuso.

Me pareció una estupenda noticia su desembarco en lo más alto de una de las instituciones más relevantes del mundo financiero mundial: el Fondo Monetario Internacional. Pero de ahí provino también mi primer y mayor desencanto con el personaje: jamás entendí aquella espantada en forma de renuncia al cargo antes de concluir su mandato.

 

Lo dije en su día: fue un desplante en toda regla; un hecho difícilmente asumible para España (que quedó marcada entonces por aquella deserción) tras la dura batalla que tuvo que librar  la diplomacia para obtener esa cuota de poder para nuestro país.

Tras un breve paréntesis, retomó su actividad profesional en entidades como el Banco Santander, Criteria y el Banco de Inversión Lazard. Después vino Bankia, que ha culminado en este guirigay que ayer nos merendamos.

Insisto: sigo sin saber si don Rodrigo viene o va.

Más en twitter: @javierfumero

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