No es un rescate. No es un rescate. No es un rescate

En los cursos de comunicación política y empresarial se suele estudiar el caso de la industria norteamericana de las apuestas como paradigma de lo que significa que un sector se enfrente a sus debilidades de imagen y las convierta en su mejor aliada con sólo cambiar una palabra.

Efectivamente, en los Estados Unidos hubo un cambio terminológico: se pasó de la industria de las apuestas (“gambling”, en ingles) a la industria del juego (“gaming”, en inglés). Con sólo modificar un palabra (en inglés, sólo dos letras) se estableció un nuevo concepto, más amable y atractivo, para todo aquello que sucedía en Las Vegas, Atlantic City, la costa del Mississippi y, si nada lo remedia, sucederá en el Eurovegas español.

Ojo: los productos y servicios no cambiaron en absoluto. Se hablaba de las mismas mesas de cartas, máquinas tragaperras, juegos de dados, ruletas y casinos. Pero pasar de ‘apuestas’ a ‘juego’ modificó la percepción que los estadounidenses tenían de este sector.

En la comunicación política existe un principio que se basa en la visualización y juega un papel fundamental: la transformación de la percepción. Es sencillo. Basta constatar lo qué evocan las palabras:

“Apostar”: un vicio, varón desesperado jugándose los ahorros de la familia, carreras de caballo con mafiosos limpiando dinero, sudor y gritos en el garaje donde tiene lugar una pelea de gallos, la sangre en la ceja del boxeador malherido…

“Jugar”: una elección, amigos en un Parque de Atracciones, una partida de Monopoly con los primos, paletas de pala en la playa al borde del agua de mar, el inocente piedra-papel-tijera, la pacífica partida de mus en el bar de la facultad, un espléndido gol en la PlayStation…

Creo que esta estrategia es la que está detrás de este empeño del Gobierno Rajoy por imponer un discurso y evitar algunos términos: España no ha sido “rescatada” sino que ha recibido “apoyo financiero”.

No es que se pretenda negar la evidencia, como Zapatero hizo con la crisis, sino utilizar el lenguaje más eficaz. Porque –repetimos- lo importante no es lo que se dice sino lo que la gente entiende.

Las palabras influyen, despiertan emociones, marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso.

 

“Rescate” transmite hundimiento, ruina, siniestro, naufragio, fracaso, desgracia… Y aún más: dependencia, sumisión, pleitesía.

“Apoyo financiero” sugiere control, relanzamiento, progreso, fundamento… Por no decir: solidaridad, acompañamiento, coordinación, refuerzo, patrocinio.

El intento es loable. Eso sí. Habrá que preguntarse algún día si los ciudadanos están conformes con esta estrategia que no remite necesariamente a la verdad de las cosas.

Quizás los políticos deberían centrar todos sus esfuerzos en encontrar las palabras exactas que, sin circunloquios ni paños calientes, expliquen realmente lo que nos está pasando.

Más en twitter: @javierfumero

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