Criptojefe de Gobierno

Nuestra nación, país, «o como quiera usted denominarlo», atraviesa por un trance político tan descabellado, tan absurdo, tan fuera de razón, que uno empieza a maliciarse la influencia inadvertida en todo este proceso de algún tipo de fenómeno paranormal.

¿De verdad ganó Zapatero las elecciones del 14 de marzo? ¿No respondería esta creencia a una abducción colectiva durante aquella jornada, por inercia de la cual seguimos considerándolo presidente del Gobierno? ¿De qué son indicio exactamente sus apuntados arcos ciliares? ¿Resultará que los orígenes de esta criatura no están en León, sino en Marte o, más bien, en Venus, por aquello de que predica el amor y el ansia infinita de paz? En caso de ser tal su procedencia, ¿qué demonios le ha hecho España a ese planeta para que uno de sus ciudadanos la quiera tan malamente?

En los dos grandes debates parlamentarios de este periodo zapateril, dejando aparte el de investidura, Mariano Rajoy se ha encargado de ejercer como jefe del Ejecutivo de hecho, ya que no de derecho. Durante la sesión funestamente dedicada al Plan Ibarreche, fue el líder del Partido Popular, y no el presidente del Gobierno, quien expuso a las claras lo que una mayoría de españoles –incluidos muchos socialistas– pensábamos y pensamos acerca de semejante proyecto y de sus sucedáneos edulcorados. Manifestó una idea nítida de lo que debe ser la soberanía y su articulación institucional, así como una postura firme en la lucha antiterrorista.

Los mismos ejes vertebraron su discurso del miércoles en el debate sobre el estado de la Nación. Una vez más, Rajoy se atuvo a la sensatez en el diagnóstico de los problemas de España y en las terapias que deberían aplicarse; sensatez exigible a su contrincante en grado mayor, si cabe, dadas sus responsabilidades enormes, y que sin embargo no demostró. De esta manera se produce una exasperante inversión representativa, una especie de quiasmo institucional en virtud o en vicio del cual un hombre de Estado no gobierna y quien gobierna no es un hombre de Estado. ¿Ello cómo se explica? Por abducción, en buena lógica.

           

En buena lógica, porque a veces lo lógico no tiene que ver de todo en todo con lo verosímil. Mi hipótesis es la que he expuesto más arriba. Lo digo completamente en serio. Creo que la tarde-noche del 14 de marzo, justo antes del recuento de votos, seres de una comunidad nacional extraplanetaria nos instilaron a todos los españoles, en su nave, la certeza de que su paisano Zapatero había ganado las elecciones, pero la verdad fue que venció Rajoy, y nadie pudo enterarse. De ahí procederían los desajustes que venimos sufriendo, puesto que quien parece estar en la oposición es en realidad el criptojefe de Gobierno. Buena nos la liaron los de Venus.

 
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