Doble unanimidad en torno al 11-M

Se da un fenómeno llamativo en torno a los avatares de la investigación del 11-M y a la guerra de medios que ha desencadenado. Ya no es sólo que El Mundo por una parte y El País y ABC por otra pugnen sin tregua en bandos opuestos, algo de sobra consabido. Es que además, según he creído percibir como mero lector más o menos asiduo de la prensa, aun admitiendo que no he efectuado ningún escrutinio exhaustivo de medios, fechas, nombres y opiniones, los columnistas que optan en sus artículos por enjuiciar esta cuestión secundan con rara unanimidad —quizá haya excepciones, muy contadas— la postura editorial de su cabecera respectiva.   Puede entenderse bastante bien que El País, de arriba abajo y de izquierda a... centro-izquierda, en formación de batalla como un solo hombre y con la independencia mañanera que lo caracteriza, defienda implacable la probidad de unas instituciones que la nueva derecha extrema quiere desacreditar (pongámosle un sic). También puede llegar a comprenderse, aunque el esfuerzo de cogitación deba ser mucho más intenso en este caso, que ABC haya optado por la misma línea de acatamiento sin condiciones de la versión oficial. Y no sorprende que El Mundo, con su vocación indagadora, continúe aportando datos sobre hechos aún no esclarecidos o directamente ocultados.              Así las cosas, es lógico que Zarzalejos y Ramírez ofrezcan en sus escritos dominicales dos puntos de vista enfrentados: como directores, son la cabeza visible de sus periódicos, y entra en la categoría de lo perogrullesco que defiendan con su firma lo que se proclama de forma anónima en los editoriales. Sin embargo, de ahí no tiene por qué deducirse que todos y cada uno de los columnistas hayan de secundar la opinión de sus superiores como si de una estructura jerárquica se tratara. No pongo en duda que funcione el principio básico del respeto a la discrepancia y que cada cual escriba con libertad lo que le plazca, pero es bien curiosa esta tendencia al monolitismo dentro de unas mismas páginas.             Especialmente significativo me parece el caso de dos columnistas que esta semana han publicado en días consecutivos sendos artículos con sesgo bien distinto en torno al 11-M. Ambas son mujeres. Ambas son vascas. Ambas tienen edades parecidas. Ambas conocen bien de cerca lo que es ETA y su entorno. Ambas son valientes y admirables. Ambas han escrito libros relacionados con el terrorismo. Con todas estas semejanzas, no deja de llamar la atención que una repitiese convencida el martes en el diario de Vocento «que no, que no hay una sola prueba ni medianamente consistente sobre la vinculación de ETA con el 11-M», y la otra criticase el miércoles en las páginas del adversario el empeño de Garzón por silenciar las «voces contradictorias con la “verdad gubernamental” sobre el atentado de Madrid».             Desde la curiosidad más ingenua y sin ánimo de personalizar —se ha mencionado este ejemplo porque ilustra cómo dos personas con circunstancias vitales parecidas pueden llegar a defender posturas antitéticas, pero a partir de aquí lo relevante es la generalización—, me pregunto si sus convicciones se mantendrían y se expresarían de forma inalterada en caso de haber coincidido en un mismo medio, o bien si, por cualesquiera motivos, cambiaran de empresa y pasasen a escribir desde la otra trinchera de esta contienda periodística. A veces se dan casualidades chocantes, pero uno, que en el fondo es optimista, no descarta que todo pueda venir regido por el orden natural e inescrutable de las cosas. O algo así.

 
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