¡Vaya nivel de ministra!

Se suele decir que la memoria es flaca y tiene mucho de verdad esa afirmación, pero sinceramente no recuerdo en nuestra historia reciente que un ministro-a del Gobierno de España haya hecho el ridículo de forma tan espantosa como el que acaba de protagonizar la actual ministra de Igualdad, Bibiana Aido.

En un día en que muchos ciudadanos españoles estaban atrapados en los atascos provocados por la huelga de camioneros; en que las imágenes de los supermercados desabastecidos de alimentos dominaban los telediarios; en que resultaba muy difícil encontrar gasolina para el coche, a esta ministra no se le ocurre otra cosa que en el Congreso de los Diputados inventar un nuevo palabro, el de “miembras” y en anunciar la puesta en marcha de un teléfono donde los potenciales maltratadotes puedan llamar antes de agredir a su mujer.

Ya digo que no recuerdo nada igual proveniente de alguien que tiene la responsabilidad de ocupar un asiento en el Consejo de Ministros. Porque ni lo de las salidas de pata de banco del que fuera ministro del Interior con Felipe González, el “rudo” José Luís Corcuera, ni lo de la ministra Isabel Tocino vestida de pastorcilla o de motera; ni lo del ministro de Agricultura Miguel Arias Cañete poniéndose morado de chuletones cuando la crisis de las vacas locas; ni lo de la actual ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, echando la culpa a los conductores que se vieron atrapados unas Navidades en la A-1 por una nevada por no llevar cadenas, es comparable con lo de esta ministra.

Pero no toda la culpa es de Bibiana Aido. Ella es un producto típico de Zapatero. Al actual Presidente ya se sabe que le gusta sorprender y dar golpes de efecto. Cuentan que el actual inquilino de la Moncloa era un seguidor del blog que Bibiana tenía en la red y que fue así como la conoció y se decidió a nombrarla ministra después de su victoria electoral el 9-M, pasando de dirigir una Academia de flamenco en Andalucía, al Consejo de Ministros y sin anestesia. Y claro, a las primeras de cambio, pasa lo que pasa: a la ministra le gusta el juguete, se encariña con el y en su primera comparecencia parlamentaria dice lo de “miembras” y lo del teléfono, sin darse cuenta que estaba en la sede de la soberanía popular y no en una terraza de un bar de Sevilla tomando un finito con unas tapas.

Más allá de la chufla que se ha organizado, de los chistes y comentarios jocosos que “despropósitos Aido” ha causado, es de suponer que la mayor parte de las mujeres de este País estén profundamente indignadas ante tamaño disparate. Flaco favor a la noble causa de la igualdad hace actuaciones como las de la ministra Aido.

Pero también el resto de los ciudadanos tenemos el derecho de pedir al Presidente del Gobierno que demuestre un mayor respeto por sus conciudadanos, no nombrando para ocupar puestos de responsabilidad –y el de formar parte del Gobierno de España es uno de los mayores- a una persona tan incompetente, tan inmadura, tan insustancial como la ministra de Igualdad, que si tuviera un poco de vergüenza torera ya habría dimitido y se habría vuelto a su Academia-Academio de flamenca-flamenco para instruir en ese noble arte a sus “miembros” y “miembras”. Cuanta razón tenía Romanotes cuando sentenció: ¡joder, que tropa!

 
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