El mayor problema de la televisión pública en España

Denuncia UTECA, la patronal de las televisiones privadas, que las televisiones públicas se han gastado lo que no deberían en cine americano y que gracias a ello TVE ha logrado auparse a la primera posición en el ranking de audiencia del mes de diciembre, lo que vulnera la misión de servicio público de estas televisiones, de las que cabe esperar que programen únicamente cine español y comunitario. Ha replicado de manera inmediata TVE con el dato de que emite el 98% del cine español que puede verse por televisión en España, dato contra el que se estrella la argumentación de que la televisión pública incumple su obligación de apoyar a la industria cinematográfica nacional. Con todo, TVE no da réplica a la segunda parte del argumentario de las privadas, que al señalar que las televisiones públicas se han gastado al menos 10 millones de euros en taquillazos americanos para levantar su audiencia, no solamente acusan a éstas de incumplir su misión de proteger el cine español, sino también de competir de manera inadecuada con las televisiones privadas.

Sin entrar en el fondo de esta polémica puntual, que daría para mucho, la escenificación del debate entre UTECA y TVE suscita, de entrada, una reflexión sobre la correlación de fuerzas enfrentadas. Hace muchos años tuve que realizar un informe sobre televisiones públicas en Europa a partir del análisis comparativo de la regulación vigente en todos los países miembros del Consejo de Europa. De aquel trabajo, para el que manejé un volumen enorme de documentación original, me quedaron algunos posos sobre los que luego he ido construyendo visiones y opiniones personales, pero sobre todo supuso el descubrimiento de la mayor de las obviedades respecto al modelo de televisión pública existente en España desde sus orígenes hasta hace apenas dos años. En las tipologías de televisión que circulaban por aquel entonces en los foros europeos, al aludir al modelo al que respondía RTVE, no se decía de ésta que era una televisión pública. Al lado del nombre de RTVE se decía: “Governmental, commercial”, mientras que al lado de televisiones como la BBC o TF1 (privatizada en 1987) se leía: “Public, non commercial”. Tan ilustrativamente revelador como esta taxonomía fue el descubrimiento de que compartíamos la calificación de gubernamental únicamente con otra televisión del entorno europeo: la TRT turca.

Con el paso del tiempo, lo realmente significativo ha sido que el modelo de televisión gubernamental que compite en el mercado publicitario se haya sostenido, más o menos maquillado, desde su fundación franquista hasta nuestros días. La transición del modelo gubernamental al público se ha iniciado, en efecto, hace sólo un par de años, con la aprobación de la Ley de la radio y la televisión de titularidad estatal que dio lugar en enero de 2007 a la constitución de la Corporación RTVE. Este proceso de transición, que aún no se ha completado para la televisión de ámbito estatal, ni siquiera se ha iniciado para las televisiones público-gubernamentales de ámbito autonómico. Nos encontramos, por tanto, con un modelo de televisión pública que está naciendo ahora, en un contexto tecnológico y social muy diferente del que existía cuando nacieron las demás televisiones públicas europeas, hace más de 70 años. Y lo que más pesa en este desfase no es la tecnología, los cambios sociales o el contexto cultural. Lo verdaderamente dramático para la incipiente televisión pública española es que carece de sostenimiento social. No es asumida como pública por el conjunto de la sociedad española porque, hasta la fecha, la sociedad española no ha tenido conciencia de qué significa de verdad contar con una televisión pública que se precie. Su defensa es asumida únicamente desde posiciones ideológicas de izquierda como una especie de “porque sí”. El verdadero problema de la televisión pública española es que justo ahora, cuando en otros países europeos proceden a la revisión de la misión de servicio público de sus respectivas televisiones para asegurar que siguen siendo baluarte de calidad y responsabilidad en el nuevo entorno tecnológico; justo ahora, cuando urge repensar su misión al servicio de los valores democráticos; justo ahora, cuando a nuestro alrededor se percibe a la televisión pública como bastión al que se encomienda la resistencia frente a la ideología comercial del entretenimiento como único lenguaje de la televisión; justo ahora, digo, cuando más defensa necesita, la televisión pública en España cuenta con pocos defensores fuera de los círculos especializados, de algunos grupos de interés, incluidos sus propios trabajadores, y de las consignas ideológicas de la izquierda. Y esto, creo, no es bueno ni para la televisión pública ni para el conjunto de la sociedad.

 
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