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Tomás Piñeiro junto a su padre en la habitación de su ‘viacrucis’ en el complejo hospitalario Ruber de Juan Bravo (Madrid)

La misión clave del ‘doctor Shackleton’: derretir la ‘Antártida’ del coronavirus a los pies de la cama de su padre

Tomás Piñeiro es médico y trabaja en Tenerife. El martes 31 de marzo su padre ingresó por coronavirus en un hospital de Madrid. Ante una muerte anunciada, tomó el avión y se confinó junto a él “para que no falleciera solo”. Una semana encerrados los dos en nueve metros cuadrados de angustia y el alto riesgo de contagio. Contra todo pronóstico, “una mano del cielo, orgullo y felicidad” los dos han salido de esta por la puerta grande con el estímulo del explorador Ernest Shackleton
Ana Blanco tiene 18 años y es alumna de 2º de bachillerato del Colegio Nuestra Señora del Recuerdo (Madrid).

La futura doctora Blanco

Ana cursa 2º de bachillerato en el Colegio Nuestra Señora del Recuerdo, en Madrid. Ya había decidido estudiar Medicina, pero lo que está contemplando desde su confinamiento le ha hecho acrecentar su vocación. “Ver como los sanitarios se han involucrado de lleno para intentar salvar al máximo número de personas me ha servido para confirmar que el día de mañana yo también quiero tener esa entrega”
Álvaro, médico que atiende a pacientes en el Hospital de Andorra

“Me gustaría ser Hulk, pero solo soy un médico que hace todo lo que puede”

Álvaro atiende en persona a pacientes en el Hospital de Andorra y por teléfono, en el Servicio de Emergencias Sanitarias de Cataluña, en Barcelona. Con dos hijos y una custodia completa, en sus ratos libres es también voluntario de la Cruz Roja. No es un héroe, aunque lo parezca, como los miles de sanitarios que se dejan la piel contra el coronavirus, algunos de ellos, españoles que ejercen fuera porque fuera les ofrecían un horizonte laboral más digno