Recesión

Se ponen de acuerdo para decirnos que entramos en crisis. Que nos desangramos económicamente. Lo dice Solbes, el peor ministro de economía que ha padecido la democracia, y lo anuncia también el Banco de España. ¿Les creemos? Los españolitos que votaron al PSOE sí deberían creer. Nosotros, los otros diez millones que no votamos a un presidente (aspirante) que nos mentía, simplemente observamos cómo el andamiaje de la gran comedia bufa se viene abajo.

Aunque la situación se torna borrascosa, casi llegando a tormenta tropical, el gobiernito de una parte de los españoles sigue tirando de la chequera. Aquí hay dinero para las comunidades autónomas; ¡que España se joda! ¿O no? Porque claro, decir autonomías en España es negar la existencia de la misma España; y si el dinero del Estado se destina a salvarle la vida a los grandes derrochadores, ya me dirán ustedes lo que le queda a la patria.

Digo patria, y pido perdón. Digo patria de parias y no pido perdón. Digo democracia pobre, inerte y pacata, y no pido perdón. La economía española, tan falsa y desarmada como los nuevos ricos que ahora vuelven a ser pobres, es presa de una clase política avara y ociosa.

Cuando ya todo se agrieta el ministro de Economía confiesa que sí, que la recesión es un hecho. Antes no. Cuando tocaba ganar las elecciones en nombre de los descamisados, la consigna era negar la llegada de las bajas presiones. Por el Cantábrico no entraba ningún frente frío. El anticiclón económico se había enamorado de España y en ella permanecería por los siglos de los siglos. Mil años de paz. ¿Les suena?

Los que han dejado de ganar dinero pero no pierden, y por esa razón se tornan hambrientos, predican en las calles que hay que ser optimistas. Ellos.

Recesión es la palabra maldita que nadie quería escuchar. Ha llegado. ¿Volvemos a votar? ¿PSOE o PP? ¿PSOE? ¿Más de once millones acurrucados bajo la sonrisa de Z? Pues vale. Recesión.

 

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