El COVID-19 es la tragedia. El problema es el sistema

Cartel que pide el cambio del sistema frente al cambio climático.
Cartel que pide el cambio del sistema frente al cambio climático.

En Septiembre, impulsados por la necesidad de protestar contra el Cambio Climático millones de alumnos de todo el mundo salieron de sus aulas para tomar las calles.

Por aquel entonces yo estaba residiendo en Wellington, Nueva Zelanda y pude experimentar en primera persona la fuerza con la que los jóvenes elevaban sus pancartas al cielo pidiendo a gritos a su Gobierno que protegiese de una vez la tierra de sus antepasados, y ya que estaban, el Mundo entero.

Esa voz solicitaba un cambio. Un cambio de dirección, de rumbo. De Sistema.

Meses después, aquí estamos. Con una sociedad asustada, un virus desconocido y una gestión insuficiente (otra vez).

Nos enfrentamos a algo tan pequeño que ha cruzado nuestras fronteras sin que nos diésemos cuenta. Un virus que se mueve tan rápido que ha dejado a políticos y gobernantes sin tiempo para crear discursos de odio y buscar culpables.

Un virus que está sacando a relucir nuestras fortalezas como sociedad, y nuestras debilidades como sistema.

Cada noche escucho a millones de españoles que salen a sus balcones y ventanas para unirse a la ola de aplausos que intenta reconfortar a los enfermos, darle fuerzas a los sanitarios, y recordarnos a todos que seguimos juntos en esto. Hemos sido testigos de cómo las empresas de nuestro país unían sus fuerzas y recursos para mitigar los efectos de la crisis, fabricando material sanitario, distribuyendo comida, cediendo instalaciones...

Si algo bueno (si se puede usar esta palabra) nos está dejando tanta desgracia es la certeza de saber que, pese a nuestras diferencias, en tiempos convulsos todos y cada uno de nosotros hemos arrimado el hombro sin dudarlo ni un segundo.

Y mientras la ciudadanía volvía a dar una lección de civismo y humanismo, nuestros dirigentes nos demostraban de nuevo que el sistema en el que se encuentra nuestra sociedad está podrido.

 

Aquí huele a intereses económicos supranacionales, a luchas políticas que no aprecian el valor de la vida humana, a convencionalismos sociales que nos conducen a mirar por encima del hombro al que es distinto a nosotros, y lo peor de todo, a un sistema donde la corrupción, el engaño, la mentira y el dinero son los pilares fundamentales del éxito.

¿A qué precio? -me pregunto yo.

Mientras el coronavirus se ceba -arrebatándole el último suspiro a nuestros Abuelos y Padres -vemos a los políticos pensando en contentar a quien posiblemente les vote en las siguientes elecciones, en vez de salvar a quien les votó en éstas. Nuestros mayores se mueren; y ellos, como el virus, sólo buscan agarrarse a su sillón para seguir viviendo (del cuento).

Nuestro Congreso se ha convertido en un Circo mediático donde los Partidos venden sus mentiras al mejor postor; sin valorar que su ineptitud cava nuestra tumba -que algún día, será también la suya.

En los hospitales, farmacias, supermercados, estancos... vemos a nuestros héroes diarios, mejor dicho, nuestros únicos héroes. ¿Cómo puede ser que no haya EPIs para todo el personal sanitario que está poniendo en riesgo su vida para salvar la nuestra? ¿Por qué no han puesto los políticos sus sueldos al servicio de todos aquellos que están trabajando de sol a sol; o de todas lasfamilias que van a tener que lidiar con los estragos de esta crisis? ¿Por qué vemos en nuestras narices como mangonean las leyes para satisfacer sus propios intereses en vez de los nuestros? Necesito entender por qué nos encontramos en un sistema donde lasociedad obedece y cumple, y sus dirigentes mienten y se lucran.

Y la verdadera lástima es que no ha sido sólo la clase política la que ha demostrado ser una farsante. Nos encontramos en un momento donde consumimos más información que nunca. Para ser exactos, en España pasamos una media diaria de 5 horas y 45 minutos conectados a Internet, y 29 millones de españoles tienen presencia en redes sociales, es decir, el 63% de nuestra población. Y así, mientras todos nosotros encendemos la televisión y desbloqueamos nuestros smartphones para averiguar qué está pasando fuera, los medios de comunicación se lucran con nuestra desinformación. Los bulos y las fake news nos demuestran que nuestros políticos nos mienten cada día al hacer el recuento de fallecidos y la censura se ha sacudido las telarañas para reaparecer en pleno siglo XXI y adueñarse de plataformas online que en su día fueron bandera de la libertad de comunicaciones.

A este paso cualquier día me censuran un whatsapp preguntándole a mi Abuela cómo está.

Y ahora bien, yo me pregunto: ¿Dónde está la Banca a la que en 2008 con todo nuestro esfuerzo, sudor y lágrimas salvamos del abismo? ¿Por qué no se deciden ellos ahora a ayudar a todos los que desconocemos que futuro le depara a la economía?

¿Por qué la descoordinación y el sálvese quien pueda son las respuestas que ha dado la Unión Europea a esta crisis? ¿Por qué las democracias europeas no son capaces de abandonar el egoísmo y ayudarse entre ellas? ¿Existe verdaderamente un espíritu comunitario que vaya a hacer que Norte y Sur se alineen para frenar al COVID-19?

Lo único que me queda claro cada noche cuando salgo a aplaudir es lo mismo que sentí por las calles de Wellington aquel día. Juntos le plantaremos cara a cualquier problema que nos depare el futuro; pero nuestro verdadero problema; es el Sistema.

Y es nuestra responsabilidad como sociedad cambiarlo.

Luz María Redondo de Haro

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