Marruecos y un sentimiento de rubor

Así, como en una cascada, estos días han ido encadenándose acontecimientos que dan pie a la intensa y hasta dramática presencia de la cuestión saharaui-marroquí en la agenda informativa y política. Lo hitos más destacados son estos:

-Fassi Fihri, primer ministro de Marruecos, estuvo en Madrid, hizo declaraciones en presencia de su colega Trinidad Jiménez, y aprovechó para arremeter contra la prensa española. La ministra, tal que una esfinge, no abrió la boca.

-Periodistas españoles desplazados a Casablanca fueron atacados, y heridos con cierta consideración, cuando cubrían el juicio a un grupo de saharauis. Los que salieron peor parados fueron los enviados especiales de TVE y la cadena SER. No ha habido protesta formal por parte de España.

-En el Congreso de los Diputados, la sesión parlamentaria de control al Gobierno incluía una pregunta sobre el Sahara y quien contestó fue Ramón Jáuregui porque la titular de Exteriores se encontraba fuera de España. Y se le escapó hablar de la “soberanía” de Marruecos sobre el territorio saharaui. Trinidad Jiménez trató de enmendar el patinazo.

-Entretanto, el ejército y la policía marroquíes entraban a sangre y fuego en el campamento de los saharauis en El Aaiún, y luego en la propia ciudad, con decenas de muertos y heridos y cientos de detenciones. Desde Madrid, ni una palabra de condena, al contrario que lo que hizo Sarkozy.

-Según El País, el ministro de Exteriores había comunicado a Trinidad Jiménez que el inminente desalojo. La ministra lo desmintió, pero el periódico se ha ratificado en su información.

-A pesar de la prohibición de Rabat, la cadena SER logró que tres periodista llegaran hasta El Aaiún para informar de la situación. Han sido bruscamente bloqueados, retenidos durante horas e impelidos a marcharse. Y al corresponsal de ABC, Luis Vega, le han retirado la acreditación. El Gobierno sigue callado.

Pocas veces habíamos visto al Gobierno de España tan callado, en asunto tan peliagudo y que tan de cerca le toca y nos toca. Y esa actuación no va a resultar impune, a corto y medio plazo. No en vano el viejo refrán español concluye que quien calla otorga.

“Una prioridad absoluta”

 

Frente al silencio ¿cómplice? del Gobierno, la única reacción del presidente, desde Seúl, ha sido reclamar “sentido de responsabilidad”, y pedir que “primero” se aclaren los hechos ocurridos en Al Aaiún. O sea, ha echado balones fuera.

Zapatero ha proclamado también que las relaciones con Marruecos son “una prioridad absoluta”. Demasiado fuerte se me antoja la palabra “absoluta”. Da a entender que nada, por grave que pueda ser (y los sucesos de estos días son muy graves), debe anteponerse al objetivo de llevarnos bien con el vecino.

Cierto es que España suma destacados intereses económicos al otro lado del Estrecho, que deben ser protegidos. Y también lo es que la tranquilidad frente a una inmigración desbocada pasa por la colaboración marroquí. Y que nos pueden dar muchos dolores de cabeza con Ceuta y Melilla.

A pesar de todo eso, ¿hay que quedarse quietos, callados, y no hacer nada, aunque se atropellen los derechos humanos, se masacre a la población o –mucho más delicado aún- mueran españoles a manos de las tropas marroquíes? La respuesta es no.

Vergüenza

Al rubor que ya provoca todo lo anterior se suma lo escuchado ayer al término del consejo de ministros. Mano a mano, Alfredo Pérez Rubalcaba Trinidad Jiménez, Zapatero se dedicaron a defender al Gobierno de las acusaciones de inoperancia y pasividad, por la vía, escudándose en que existen informaciones contradictorias, de sostener que “lo que toca” es averiguar lo sucedido.

Volver a oír que eso es lo “responsable, la sensato, la prudente” para los intereses de España, “que es lo que el Gobierno tiene que poner por delante”, intensifica el sonrojo.

¿Vuelve Moratinos?

Mal le están saliendo las cosas a la nueva ministra de Exteriores. No es la menor esa decisión del presidente de enviar a Miguel Ángel Moratinos a Argel. Y lo que casi todos interpretan como una desautorización a Trinidad Jiménez en toda regla, va Zapatero y afirma que tal enfoque le parece “un poco extraño”.

Lo extraño es que él haya defenestrado a Moratinos por las bravas (el estupor y las lágrimas del saliente fueron un poema), para pocas semanas después echar mano de él y encargarle gestiones al máximo nivel diplomático. Eso es lo extraño. Tanto, que hay quien empieza a preguntarse si Moratinos vuelve.

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