Vamos a contar mentiras, vamos a contar manifestantes

Medio millón, un millón, millón y medio, dos millones… Todas esas cifras se han manejado para cuantificar los asistentes a la manifestación independentista de Barcelona. ¿Cuál es la correcta? Porque va mucha distancia de una a la otra y el dato no es menor.

Pienso que este país tiene, entre otras, una asignatura pendiente que es colocar en sus justos y reales términos la asistencia a las manifestaciones.

Así que, remedando la canción infantil “Vamos a contar mentiras” y con el lema “Vamos a contar manifestantes”, propongo contabilizar bien, de verdad, cuántas personas acuden a marchas, concentraciones y demás eventos callejeros.

Con ello haríamos un servicio a la verdad, lo más importante, pero también al sentido común, a la información cierta y al respeto a los ciudadanos.

Y no es tan complicado aplicarlo. Alex Grijelmo, cuando presidía la agencia Efe, contrató los servicios de una empresa especializada que suministraba con bastante exactitud la cifra de personas en cada manifestación. Ciertamente, eso le provocó algunos quebraderos de cabeza con partidos, sindicatos... Se ha dejado de hacer.

Existe una página web, el Manifestómetro, que en el pasado realizó recuentos fiables. Por ejemplo, para la manifestación del 15 M del año pasado, en Madrid, con fotografías, vídeos y cálculo de superficies, fijó que los asistentes eran…15.000 personas. El problema es que no han seguido adelante: ésa es la última anotación.

Propongo, en fin, una especie de pacto de caballeros entre partidos, sindicatos y otras organizaciones para dejar en sus justos términos las cifras de las manifestaciones. Valdría la pena poner a cero el contador, es decir olvidar las exageraciones del paso, y empezar de nuevo.

Si se hiciera, el millón de asistentes que intentan colar prácticamente todos los convocantes, de cualquier signo, quedaría casi siempre por debajo de los 100.000, si no muchísimo menos. Y hay que decir, porque así es, que 100.000 son un montón de personas.

Es que resulta un poco cómico, y hasta triste, eso de la guerra de cifras. Ya cansa.

 
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