Pensiones: ni sí ni no sino todo lo contrario

La ministra de Empleo y el correspondiente 'comité de expertos' se disponen a la reforma de las pensiones. Y no solamente tienen dicha reforma más o menos acabada y lista para su puesta en marcha sino, lo que es peor, pretenden explicarla y, se supone, que también entra en sus planes que los pensionistas o los que lo seremos, lo entendamos.

Al parecer el sistema actual es insostenible, inviable, imposible de mantener. Esto es lo primero que nos tenemos que creer –y casi seguro que es así- mediante un acto de fe, pero no porque nadie se haya molestado en explicarnos el porqué. Es inviable e insostenible y punto.

Viene después el solemne anuncio de la subida. En ningún caso las pensiones bajarán, nunca jamás. Siempre subirán un 0,25%. Pues qué bien.

Pero después viene lo de los factores y hay factores de sostenibilidad y factores de revalorización. Y llegan los mecanismos de ajuste de determinados parámetros. Y resulta que esos parámetros son cosas tales como los años de cotización, la edad de retiro, el importe inicial de la pensión y hasta la esperanza de vida de los ciudadanos.

Y ya, rizando el rizo de la explicación, nos enteramos que el IPC ya no será la madre del cordero sino que habrá más corderos y, naturalmente, más madres. Madres y corderos tan 'concretos' y 'objetivables' como la inflación, la evolución de la economía, el déficit público o los ingresos y gastos de la propia Seguridad Social.

Resumiendo. A corto y medio plazo los pensionistas perderán poder adquisitivo de una manera importante y a largo plazo no estaría mal que, con la canastilla de bebé, a los recién nacidos les dieran su cartillita del plan de pensiones privado.

Posiblemente tenga que ser así. A lo mejor no hay otra solución. Quizás sea la única forma de repartir lo poco que vaya quedando, pero hay que reconocer que la señora Merkel podía haber sido un poco menos exigente y la señora Báñez hablar menos de subidas.

 
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