La mejor cerveza del mundo

No está en Inglaterra. No está en Alemania. No está en Francia. No está en Estados Unidos. La mejor cerveza del mundo se hace en Galicia. No se trata de una cuestión de gustos, ni se trata de algo opinable, es así. Y punto. Lo dicen los buenos cerveceros, los que saben que rubias hay muchas, pero muy pocas portan la estrella. La Estrella Galicia. Desde hoy, la centenaria Estrella Galicia.   La cerveza más rica del mundo acaba de cumplir cien años. Y lo están celebrando en Galicia con una ronda de conciertos, como era previsible. Estrella Galicia celebra su centenario reuniendo en un mismo escenario a lo mejor de la música gallega de los últimos veinte años, a través de varios conciertos en las principales ciudades de la comunidad autónoma. Lo mejorcito que ha soltado esta tierra gris llena de meigas y poetas.   He tenido el privilegio de acudir a las celebraciones del centenario de Estrella Galicia en La Coruña. En el marco inigualable de la Playa de Riazor. Una noche inolvidable que congregó a más de veinte mil personas junto al paseo marítimo de la ciudad herculina.   Primero salieron Los Limones a demostrar que, a estas alturas, no hay nada que demostrar. El que tenga ojos, oído y corazón que lo vea, lo escuche y lo sienta, y el que no, que se lo pierda. Después vimos triunfar a Miguel Costas, que fue el ocurrente compositor y vocalista de los años gloriosos de Siniestro Total primero y, después, el alma de Aerolíneas Federales. También ofreció sus clases magistrales de rock en Los Feliz. Fue, con diferencia, lo mejor de la noche. Junto a Silvia Superstar recordó los clásicos de Aerolíneas y después estrenó “El Botellón”, una canción recién salida del horno que ojalá podamos escuchar pronto en un nuevo álbum. Finalmente, con el público entregado, el artista vigués recurrió a sus temas más populares, los que firmó hace años para Siniestro Total.   El ex vocalista de Siniestro Total pidió al público, como condición para seguir tocando, que todos coreasen como una sola voz el grito “¡Vamos!”. Los coruñeses respondieron a la petición con cierto desorden. El artista es el único vigués que puede gritar en La Coruña eso de “¡En Vigo somos mejores, allí gritamos todos a la vez ‘Vamos’!” sin que aquello se convierta en una batalla campal. Se le quiere mucho a Costas en La Coruña. Se lo ha ganado.   Más tarde salieron al escenario Teo y María, acompañados por David y el resto de la banda. Cómplices, con toda la chulería del mundo, tocaron un repertorio inesperado, plagado de nuevas canciones, con muy pocas concesiones a la previsible nostalgia. Pero conmoviendo a cada canción, sin dejar tregua a los asistentes. Teo Cardalda tocó teclados, guitarras y hasta percusiones. Su voz y la de María siguen acoplándose como dos ríos de agua, llenando el escenario de magia.   Luego vimos actuar a Siniestro Total. La ruptura entre Miguel Costas y Siniestro Total –momento clave en la historia de la llamada “movida viguesa”- sigue dejándose notar, para mal. Pero el repertorio es el repertorio y el Siniestro Total de Julián Hernández también tiene cosas que decir.   Finalmente, el broche de oro. El gran Teo Cardalda había preparado un final especial, digno colofón del cumpleaños de la rubia más pretendida de la zona, la Estrella. El ex Golpes Bajos reunió lo mejor de la escena musical para revivir los temas de su antiguo grupo. Y con Iván Ferreiro y Mercedes Ferrer poniendo su voz a los temas de Golpes Bajos, como principales exponentes del experimento, casi nadie echó en falta más de lo previsto al genial Germán Copinni, alma del grupo. No obstante, ¿por qué no estuvo Germán en la noche en que Golpes Bajos volvieron a ser los protagonistas?   “Te voy siguiendo”, “El canto de la sirena”, “Ferrol”, “No me beses en los labios”, “Diga qué le debo”, “Bailaré sobre tu tumba”, “Llámame”, “Dama del río”, “Cultura popular”, “Miña terra galega”, “Malos tiempos para la lírica” y “No mires a los ojos de la gente”. Canciones que nacieron en Galicia, dieron la vuelta a España –al mundo en algunos casos- y que ayer volvieron, por la costa, hasta tierras gallegas, a tomarse una cerveza en la orilla del mar. A recordar y mirar al futuro.   Lo mejor de esta noche mágica, sin dudas, fue el excelente estado de Miguel Costas. Uno de los músicos de la historia del rock español con mejor sentido del humor y uno de los compositores más ocurrentes. Una banda de lujo y su voz, a medio camino entre la provocación y la risa, nos asoman a un nuevo panorama en la llamada “movida gallega”. Movimiento musical que no se ve representado por esas contadísimas banderas marginales que se dejaron ver durante la fiesta. La movida gallega es un fenómeno cultural cuyo pasado ocupa un espacio importante en la galería de oro del rock español y que en el Centenario de la Estrella, sobre todo, dejó claro que nos enfrentamos a un gran futuro. Que sean doscientos años más de buena cerveza y que los vivamos con ésta buena música. ¡Viva la Estrella!   Me van a permitir apuntar un último detalle, un paréntesis entre tanta euforia. Leyendo las crónicas del concierto de ayer, he comprobado con pavor que la prensa dedica especial atención a una nueva ley de Medio Ambiente que prohibiría los tradicionales conciertos en la playa de Riazor. Incluso aseguran que el de ayer pudo ser el último. Desconozco quién es el responsable de la idea. Los amantes de esta playa urbana –de pésimas condiciones como arenal- disfrutan del sol y el baño 362 días al año. Los amantes de la buena música disfrutamos de este precioso escenario durante 2 o 3 días al año. Y finalmente, las manadas que llenan la playa de muebles viejos, hogueras y toneladas de basura en la noche de S. Juan, lo hacen una vez al año. En principio, por justicia, hay playa para todos, sin que ninguna ley demagógica de medio ambiente estropee el reparto. Si no fuera así, la prohibición debería recaer sobre la celebración de las hogueras de San Juan en el arenal, que sí causa daños ambientales irreparables en Riazor.   Los conciertos en la playa llevan años reconciliando al coruñés con la música de calidad, dándole motivos para seguir creyendo en la belleza de escuchar canciones en vivo, con los focos del escenario reflejándose en el mar. La prohibición de estas actuaciones como única medida para evitar que la playa se llene de basura es una medida injusta, innecesaria, demagógica e impopular. Y una patada en la espinilla al turismo de la ciudad.   Se ve que alguien se ha propuesto estropearnos el agradable aroma y regustillo a cerveza y rock que nos dejó la noche de ayer.

 
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