Tradición y transmisión de lo clásico

Cuando se habla de lo clásico no se alude a una losa que extirpa la libertad, sino a los elementos que influyen en quiénes somos

"¿Hasta qué punto las culturas que hacen de puente con el pasado nos lo donan con fidelidad?".
"¿Hasta qué punto las culturas que hacen de puente con el pasado nos lo donan con fidelidad?".

¿Qué es lo clásico? Muchos, equivocadamente, piensan que tiene que ver con el paso del tiempo, con lo antiguo, como si no hubiera clásicos hoy o el futuro no acogiera a otra multitud que lo será. Lo mismo sucede con la tradición: el término viene de “traditio” y alude a la idea de transmisión que a la de conservar algo pretérito, ya superando o anticuado.

Más allá de las polémicas etnocéntricas que la nueva y flamante presidente de México ha vuelto a agitar, es una pena que perdamos de vista las matrices de la cultura clásica: Grecia, Roma y el cristianismo. Nuestra identidad cultural anida allí, eso es evidente. Y ahora, en tiempos líquidos, estamos perdiendo de vista esas grandes aportaciones que siempre -para bien, para mal- nos han caracterizado.

De Grecia, sería simplista destacar sus principales contribuciones, pues no es fácil sintetizar un legado tan decisivo con unas cuantas líneas o palabras. Si nos preguntaran, sin embargo, quizá hablaríamos de la importancia que se da a la razón y al conocimiento o a la belleza porque es en ese rincón del Mediterráneo donde sucede la primera y originaria Ilustración; también, podríamos referirnos a su concepción normativa de la naturaleza humana o su obsesión por lo especulativo.

¿Y de Roma? En Roma es relevante no solo la continuidad con lo helénico, sino también el derecho, las obras arquitectónicas, su visión más pragmática o utilitarista. Finalmente, el cristianismo sintetiza lo hebreo con lo grecorromano y puede interpretarse su aportación desde un doble punto de vista: por un lado, garantiza en la Edad Media la conservación de la Antigüedad.

Por ejemplo, los monasterios ayudan a que no se pierda lo que los bárbaros amenazaban, pero a menudo los nuevos valores que difundía la religión originaria de Palestina entraban en contradicción con los clásicos.  

Ahora bien, la tradición hace surgir un interrogante: ¿Hasta qué punto las culturas que hacen de puente con el pasado nos lo donan con fidelidad?

Además, cuando se habla de transmisión hay que tener en cuenta que la recepción y las repercusiones operan en una doble direccionalidad: por un lado, la cultura que recibe el depósito del pasado se adapta, conformándose a cánones y figuras antiguas, dejándose fecundar, pues, por ellas; pero también la cultura originaria, por decirlo así, se altera y cambia, asumiendo peculiaridades o sesgos en principio extraños, tanto material como temporalmente. Eso quiere decir que no sabemos realmente cómo se veían los griegos a sí mismos, sino cómo los han visto quienes recibieron su legado.

Olvidar esas fuentes o renunciar a ellas supone olvidar o renunciar a la propia identidad. Aludir a esos patrones culturales no quiere decir que no hayan tenido repercusión otras culturas, como el judaísmo o el islam, pero lo cierto es que en ella se integran, contribuyendo a la conformar, nuevamente, eso que llamamos tradición.

El judaísmo está integrado en la fe cristiana de algún modo, así como Grecia en la cultura árabe y musulmana: son sabios de esas tradicionales los que posibilitan la recepción del legado científico y filosófico de los griegos, especialmente de Aristóteles, al occidente medieval cristiano.

 

Rémi Brague define lo clásico como una actitud de apertura, de relación integradora, con lo extraño. Por eso, la conformación de un canon no puede ser separada de la obligación cultural -inexcusable- de conservar.

La cuestión de lo clásico excede, sin embargo, nuestra cultura y nuestra época. Pone de manifiesto una constante antropológica: la historicidad del propio ser humano. De ahí que interrogarse por el pasado, cuestionar -o conservar- las tradiciones, examinar lo que constituye la identidad, tanto individual como colectivamente, son aspectos de procesos de integración tanto diacrónicos como sincrónicos comunes a todas las formaciones sociales.

Eso quiere decir que la cuestión de la transmisión de lo clásico es un proceso que afecta a todos y que debemos afrontar, ya sea de forma consciente o no premeditada. De ello depende que futuro pueda ser reconocido como nuestro.

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