La orfandad catalana

Que ser ahora constitucionalista en Cataluña es como serlo en el País Vasco hace no tantos años es algo que ni las más esperanzadoras encuestas pueden disimular. Parece que el constitucionalismo en Cataluña es una especie de quiéreme menos pero quiere mejor, siendo tan sólo cierta la primera parte de la adversativa.

Este fenómeno por el que los buenos son menos (sí, en política como en las guerras, hay buenos y malos) se debe a dos motivos que se retroalimentan: el primero es la buena organización del independentismo —los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. Es evidente que las listas electorales de los partidos secesionistas están bien estudiadas. En esa lucha por la hegemonía de la irracionalidad toda tara democrática cuenta en aras de sumar para dividir.

El segundo motivo del fracaso electoral en Cataluña es la mala organización de aquellos que son partidarios de la Constitución, el orden y la ley. Ciudadanos —quién te ha visto y quién te ve— ha confiado en Carrizosa la ardua tarea de mantener al partido (una simple gestoría, en palabras de Girauta) en el escalafón electoral. Sin embargo, confiar en que Cs vuelva a ser el partido más votado es como, qué sé yo, pretender que UPyD resucite al tercer día. Ignacio Peyró les diría acertadamente que conocerse a uno mismo lleva a la sabiduría, sí, pero con escala en la decepción.

El Partido Popular, por su parte, últimamente me recuerda más al vestido de la Pedroche que a otra cosa. Al igual que la presentadora, quiere cubrirlo todo, abarcar todo el espectro ideológico, acoger a todo el centro derecha, pero al final, como en las campanadas, con tan poca tela siempre se ve algo de carne. Desde Lorena Roldán a la ex independentista Eva Parera, Alejandro Fernández ha configurado un equipo muy completo pero a su vez un tanto incoherente. El 14F, día de los enamorados, veremos si le funciona la miscelánea femenina.

Vox, por su parte, ha hecho lo que mejor podía hacer: presentar como candidato a Ignacio Garriga. Que la cabeza de lista haya hecho el viaje al revés (de la moqueta del Congreso a los suelos con lejía del Parlament) ya le da cierta credibilidad. Sin embargo, no es eso lo más pertinente. Presentar como candidato a un negro frente a los demás candidatos independentistas, profundamente racistas (y acompañados por su turba de cachorros xenófobos) es un acierto que dudo se vea excesivamente recompensado en las urnas. Frente a Borrás y compañía, un negro catalán, católico, y constitucionalista. “¿Querías caldo? Toma dos tazas”. Vox, sin embargo, no deja de ser ese Arca de Noé de la españolidad, en la que cabiendo muy poca gente, cabe uno de cada casa.

En cualquier caso, en febrero veremos los resultados de esta compota electoral más amarga que dulce. Me temo, sin embargo, que no habrá muchas sorpresas. El cargo de President exige un coeficiente intelectual de dudosa firmeza pero de certera filiación ideológica.

 

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