Partidos sin cachorros

Ana Botella, ha abierto otro frente polémico, que posiblemente no le beneficiará en nada desde el punto de vista político, al afirmar que, si fuese por ella, “suprimiría las nuevas generaciones de los partidos”.

Según la alcaldesa de Madrid, “la gente donde tiene que estar, cuando tiene 16, 17 y 18 años, es trabajando, estudiando y formándose. Creo sinceramente que las nuevas generaciones de los partidos es algo... que no”.

Se ha armado una buena. Sobre todo en su propio partido, donde dirigentes de Nuevas Generaciones le han contestado que su yerno, Alejandro Agag, militó activamente en NNGG del PP y ahora es un reputado hombre de negocios.

Le han recordado también otros nombres de destacados políticos que han pasado por las juventudes, como Loyola de Palacio, Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, Íñigo Henríquez de Luna, Javier Fernández Lasquetty, Lucía Figar, Alberto Fernández y hasta el propio jefe de gabinete de la alcaldesa, Diego Sanjuanbenito.

Tengo que decir que estoy en gran medida de acuerdo con Ana Botella. A lo mejor no hay que suprimir como tales las juventudes, que, como se ha visto, en no pocas ocasiones han servido de semillero para los partidos, pero sí convendría tomar alguna precaución para garantizar que no se convierten en refugio de vagos y de aprovechados.

Lo más importante a esas edades jóvenes no es tanto ‘rodarse’ en la política, cuanto formarse y prepararse, y asegurar así una salida profesional de futuro que les permita sostenerse y vivir fuera de la política. Algo que les dé independencia, libertad.

Ahí está la clave, me parece. No es incompatible formar parte de los jóvenes cachorros de un partido con estudiar y garantizarse un futuro, pero esto último resulta imprescindible. Porque ya hemos visto en las organizaciones juveniles más de un caso y más de dos de personajes sin oficio ni beneficio, ayunos de cualquier preparación seria, que no tienen otro sostenimiento que formar parte del aparato de la organización.

Ese tipo de personajes, que, insisto, los hay, son especialmente peligrosos porque, al no tener de dónde vivir, de dónde comer, más que del cargo que les den, se convierten en parásitos dispuestos a todo con tal de no perder el momio. Y eso, además de una gran desgracia para esas personas, constituye un delicado punto débil para los partidos.

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Twitter: @JoseApezarena

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