Desvirtuar la oposición

Lo pone en los libros de Derecho Político y de Teoría del Estado y se enseña en las Facultades de Derecho y de Ciencias Políticas: una de las características fundamentales de los partidos políticos es su aspiración constante por conservar el poder, si lo tienen, y por conquistarlo si están en la oposición. Esa es una de las características que, según los entendidos, diferencian a los partidos de los grupos de presión que pretenden influir en los poderes pero no ostentarlos.

De lo anterior se deriva el hecho de que cualquier grupo que esté en la oposición intentará por todos los medios –legales y democráticos, se entiende- desbancar a quienes estén en el poder y, en consecuencia, pondrá en marcha mecanismos de crítica y de desgaste con vistas a que los ciudadanos le otorguen el correspondiente mandato para gobernar.

Hasta aquí todo normal y todo coherente. Lo que no es normal ni coherente es el afán de los dirigentes del Partido Socialista por acusar al Partido Popular de “crímenes” políticos tales y tan graves como intentar desgastar al Gobierno u organizar manifestaciones contra el Jefe del Ejecutivo.

Cuando la oposición critica algunas de las decisiones gubernamentales, rápidamente salen Pepe Blanco, Diego López Garrido o la Vicepresidenta-Portavoz del Gobierno a afear de forma airada el deseo de los ‘populares’ de desgastar al Gobierno.

Cuando se organiza una manifestación CONTRA LA BANDA TERRORISTA ETA y CONTRA LA POLÍTICA DEL GOBIERNO EN RELACIÓN CON LA BANDA TERRORISTA ETA, los mismos personajes se echan las manos a la cabeza y se rasgan las vestiduras porque quienes están en descuerdo con la negociación que lleva a cabo Rodríguez Zapatero se manifiesten públicamente contra esa negociación.

Pues claro que la oposición pretende desgastar al Gobierno. Pues claro que la manifestación en contra de la política antiterrorista del Gobierno es contra el Gobierno y contra su presidente. ¿Contra quién iba a ser?

Extraña que políticos tan avezados como Blanco, López Garrido o De la Vega no sean coherentes con tan primaria teoría política y nieguen a la oposición la legitimidad para criticar, desgastar y manifestarse públicamente en contra de la política del Gobierno, la que sea, si no se está de acuerdo con ella. Y, por definición, excepto en cosas muy concretas y graves, lo normal es que un partido de izquierdas haga políticas que no gusten a las derechas y viceversa. Lo contrario iría contra la esencia de la democracia y de la alternancia en el poder, deseable en cualquier sistema político de derecho y de libertades.

 
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