Elecciones ya

En buena práctica política cuando el partido en el poder tiene más de cinco millones de parados, una economía en desguace, poca credibilidad en Europa y las calles de España transformadas en barricadas, lo que tiene que hacer es convocar elecciones cuanto antes y consultar a los españoles, a esos millones de españoles que están clara y resueltamente contra su gestión de ajustes presupuestarios, de subida de impuestos y de recortes en servicios públicos esenciales como la sanidad o la enseñanza de nuestros institutos.

Dicho así –exageraciones aparte- extraña que a Pérez Rubalcaba todavía, aún, hasta el momento, no se le haya ocurrido pedir a Mariano Rajoy que abandone el poder y convoque elecciones cuanto antes. Porque los socialistas, del estado de la calle saben mucho y si no que se lo pregunten a Elena Valenciano que ha explicado, con una sensibilidad política fuera de toda medida, que el Partido Socialista no anima, ni participa, ni convoca, ni propicia las manifestaciones callejeras, ‘simplemente acompaña’. O sea, que la señora Valenciano en su afán de modernidad ha reinventado ‘la carabina’, política, pero ‘carabina’ al fin.

Es muy difícil justificar las acciones callejeras de una oposición –con compañía o sin ella- a los tres meses de que un Gobierno tome posesión. Si además, esa oposición –con compañía o sin ella- es la que estando en el Gobierno propició la situación que se está viviendo, la imposibilidad de justificar sus algaradas se convierte en cinismo político de primera categoría.

Si las urnas se rompen en el día electoral se llama pucherazo. No es fácil calificar la acción de ‘romper las urnas’ tres meses después de que el partido en el Gobierno fuera votado por 10.830.693 españoles mientras que el partido acompañante de las peleas callejeras fuera votado por 6.973.880. El mismo día que al partido ‘carabina’ le votaba el 28,73% de los electores, al partido que ahora, tres meses después, cuenta con la desaprobación de los españoles, le votaba el 44,62%.

La democracia es lo que es, para bien o para mal, por mucho que algunos se empeñen en tomar las calles en señal de poder.

El poder, guste o no a las ‘carabinas’, viene de las urnas y se legitima con el ejercicio. Si hay algún ejercicio del poder que se deslegitima por sí solo es el de un Gobierno que deja de herencia cinco millones de parados y que se permite el lujo de machacar al Gobierno actual ‘acompañando’ a los manifestantes callejeros, diciendo que los motivos de las manifestaciones más los problemas económicos se han planteado en tres meses.

Hagan una oposición normal, planteen las reformas o las objeciones a lo que hacen los demás en el Congreso de los Diputados y, sobre todo, admitan la derrota democrática mientras se preparan, con toda legitimidad, a ganar los próximos comicios.

Porque para actuar de otra manera hay que ser una ‘carabina’ con mucho cuajo.

 
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