Europa hoy: Europa tuvo que ser

No ha sido Sevilla ni la lunita plateada de la canción, que ha sido Angela Merkel la que ha acabado con Rodríguez Zapatero. Porque el político José Luís Rodríguez Zapatero está muerto, tal vez mal enterrado, pero muerto.

Los autores pudieron ser muchos: los estatutos de las autonomías, sus discursos vacíos, su sentido de las relaciones internacionales, su vacuidad ideológica, sus desplantes, los cadáveres que ha ido dejando por el camino, las tardes de economía poco aprovechadas, sus promesas irreflexivas y nunca cumplidas, sus lacayunas relaciones con los sindicatos, sus soledades en las cumbres europeas, sus ausencias de la Casa Blanca, sus predicciones electorales en países europeos e incluso su historia en las hemerotecas. Pudo ser hasta la oposición de Mariano Rajoy.

Pero nada de todo eso ha tenido la culpa de su muerte política. Pura y simplemente ha sido Angela Merkel quien, en compañía de Nicolás Sarkozy y saltándose a la torera la presidencia europea de turno, la que no es de turno y hasta la mediopensionista, le ha dicho al mandatario español lo que tiene que hacer y este –como no podía ser de otra manera, que diría un dirigente cursi del Partido Popular- se ha apresurado a hacerle caso y a obedecer sin rechistar.

El resto, incluida la llamada de Obama, fuegos de artificio. Ha sido Europa y Merkel, y sólo Merkel.

Y ahora que cada palo aguante su vela. Lo que ocurre es que apenas hay velas y los palos cada vez son más fuertes. Que vengan los sindicatos a manifestarse e incluso que la oposición diga que ‘ya lo decía yo’ y que aquí estamos para lo que haga falta.

Un país con un gobierno y unos dirigentes muertos, pero sin enterrar, huele mal.

A los españoles se nos saltaban las lágrimas viendo el relevo en el 10 de Downing Street y la naturalidad con la que Gordon Brown abandonaba su puesto, alejándose por la calle de la mano de su mujer y sus hijos y la tranquilidad con la que David Cameron abría la puerta de su nueva casa.

Aquí no, aquí es la canciller alemana quien nos marca las pautas y el son al que tenemos que bailar. Y gracias que no pone a Chacón a hacer el paso de la oca mientras quita las misas castrenses.

 
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