Por la boca… El mal menor

Son muchos los responsables socialistas, en Ferraz o en sus respectivas autonomías, que ya no se recatan de calificar de ruinosa la herencia que Pedro Sánchez ha dejado al partido.

Y es verdad. No se trata solamente de la enorme pérdida de votos, de los pactos desastrosos con Podemos, de la división interna o de la disolución del propio mensaje para evitar el adelantamiento de los populistas. Desde dentro, lo que más lamentan esos muchos es la esquizofrenia en la que ha sumido a su formación. Una especie de trastorno bipolar que ahora aqueja a dirigentes y militantes que se arrepienten de lo que piensan, dudan de lo que tienen que hacer y no saben cómo justificar sus decisiones.

Además de eso, Pedro Sánchez, en su enfermiza obsesión por rechazar todo lo que huela a derecha o a Partido Popular, ha creado una confusión total entre los intereses de España y los del Partido Socialista y también en esa confusión se debaten ahora los que tienen que decidir qué hacer con el momento por el que atraviesa España y cómo resolver la caótica situación de su partido.

Hablan algunos del mal menor, pero no explican en qué consiste y para qué van a aplicar esa teoría. Para los del ‘no’ a la investidura de Mariano Rajoy, el mal menor parece ser el ir a unas nuevas elecciones en las que los resultados que se auguran a los socialistas son todo menos un mal pequeño. Para quienes predican la abstención, nunca dejar gobernar a la derecha puede ser algo de poca importancia. ¿Dónde está pues el mal menor? Podría ser que Javier Fernández piense que el mal menor del Partido Socialista sea salir cuanto antes de esta encrucijada en la que les ha metido Pedro Sánchez, olvidarse por un tiempo de Mariano Rajoy, hacer una oposición dura, razonable y no visceral y, mientras tanto, ir suturando las heridas que han dejado las andanzas del anterior secretario general. Esto no sería poco y, vista la situación, sí que sería el verdadero mal menor.

El problema para el presidente de la Gestora socialista es que, a pesar de su nada y de su discurso inane, Sánchez, ha hecho escuela. El alumno, por ahora, más aventajado es Miquel Iceta que, envalentonado por los cinco mil votantes que han participado en su elección en el PSC, copia la negativa de su maestro en Madrid cuando prefirió que gobernara Carmena a que lo hiciera Carmona y, en el Ayuntamiento de Badalona, prefiere que gobierne la CUP a que lo haga su propio partido.

Pero eso, no es el mal menor, es pura esquizofrenia política.

 
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