Por la boca… Mamá: quiero ser asesora/asesor, científico/científica de Sánchez
Sánchez está entregado, todo él, a una cruzada para regenerar la democracia y hacer de España lo que nunca ha logrado ser. Sánchez no se para en barras y ahora anuncia la creación de más de medio centenar de asesores científicos “colocados” en los ministerios, para que “España ilumine sus pasos con la llama del conocimiento”.
Era lo que cantaba la gran Concha Velasco pero, poco ambiciosa, solamente quería ser artista y, como mucho, decía que quería ser protagonista, pero siempre en un tono moderado.
Sánchez no. Como de modesto tiene más bien nada, está entregado, todo él, a una cruzada para regenerar la democracia y hacer de España lo que nunca ha logrado ser. Sánchez no se para en barras y ahora anuncia la creación de más de medio centenar de asesores científicos “colocados” en los ministerios.
No se sabe si en una próxima remodelación habrá cincuenta ministerios o se trata simplemente de contratar más amigos, más allegados, más paniaguados y hasta más votantes.
Y explica Sánchez, que se trata de una unidad de apoyo al asesoramiento científico de la Oficina Nacional de Asesoramiento Científico de la Moncloa. Nada más y nada menos. Tal cual.
Y afirma rotundo que la creación de este ecosistema -con el que reforzar al Gobierno en sus procesos de toma de decisiones- supone un hito transformador y es uno de los pasos que va a cambiar, para bien, nuestro país; uno de los pasos más transformadores para nuestra sociedad en el corto, el medio y el largo plazo.
Dice Sánchez que “buscamos a los mejores científicos porque queremos la mejor política para España. Yo quiero que España ilumine sus pasos con la llama del conocimiento”.
Y dicen fuentes acreditadas que en esa frase, en ese momento, en esa tesitura, fue cuando a López (pero Pedro ¿tú sabes lo que es una nación?) se le saltaron las lágrimas, Montero empezó a palmotear de entusiasmo y Díaz comenzó a dar besos a todo lo que se movía (incluido Semper, el del PP).
Y mi portero no sabe si reír o llorar o pedir una plaza de asesor científico en fincas urbanas, que le han dicho que eso lo lleva Puente, en los ratos que le deja libre el conteo y seguimiento de la ingesta ajena, de sustancias varias y de gintonics.
Pero mi portero -que tiene un nieto con eso de la EBAU recién aprobada y buscando acomodo en la Universidad, y es muy dispuesto- no las tiene todas consigo y está preocupado por si el nieto dice a sus padres que quiere ser asesor científico de algún ministro.
Y a mi portero no le parece mal, pero se malicia, que a su nieto, le puede tocar asesorar científicamente, para iluminar los pasos del ministro con la llama del conocimiento, a Urtasun, a Cuerpo, a Montero, a Puente, a Alegría, a García, a Díaz, a Rego o a Bustinduy. Es un suponer.
Y esas posibilidades a mi portero le quitan el sueño –porque un nieto es un nieto- y se teme lo peor cada vez que su descendiente empieza una frase con: mamá quiero ser…
E incluso, mi portero, ya se ha resignado a que su nieto diga aquello de: mamá quiero ser cuarto árbitro.
La carcajada: (Este apartado queda hoy en blanco y remite al lector a algunas de las frases recogidas en el artículo que le precede)