Por la boca… Una oposición alicorta

En algunos sectores del Partido Popular -algo más que impacientes y bastante más que desilusionados por la trayectoria del partido en la oposición-  no es que se piense que no se sabe qué hacer, es que cunde la sensación de que algunos están convencidos de que no puede hacerse nada más de lo que se está haciendo.

Muy posiblemente haya sido Aznar el último líder de los populares al que nadie discutía, al que desde dentro se aprobaba su gestión sin fisuras y al que todo lo más, ahora, se le reprocha su marcha voluntaria sin haber dejado una sucesión medianamente fiable.

Si la mayoría absoluta de Rajoy hizo concebir ciertas esperanzas, el balance de su paso por La Moncloa dejó un regusto amargo y de inacción en muchos de los votantes y, por supuesto, en algunos de los prebostes del Partido Popular. Por lo que se refiere a Casado, esos mismos que levantan tenuemente la voz desde dentro, prefieren pasar página.

Y si la llegada de Feijóo no es que levantara grandes expectativas, sí  había esperanzas de una nueva forma de hacer oposición y hasta del trato que podría tenerse con VOX. Además, las mayorías absolutas de Ayuso y de Moreno y los gobiernos autonómicos ganados por los populares hacían concebir esperanzas de mayor valentía, de una toma de iniciativas más coherente de cara a los ciudadanos y sobre todo un planteamiento para dejar de ir a remolque de lo que hiciera Sánchez y cuyo único objetivo sea el de echar a Sánchez, organizando manifestaciones que empiezan a cansar a los militantes y simpatizantes y que no se sabe muy bien a qué conducen ni que réditos producen. 

En algunos sectores del Partido Popular -algo más que impacientes y bastante más que desilusionados por la trayectoria del partido en la oposición-  no es que se piense que no se sabe qué hacer, es que cunde la sensación de que algunos están convencidos de que no puede hacerse nada más de lo que se está haciendo.

Y es que el mayor reproche que se hace desde dentro, se centra en criticar esa especie de resignación de limitar la oposición a contrarrestar lo que dice Sánchez, lo que hace Sánchez y los disparates que perpetra Sánchez, pero se echa a faltar la valentía para tomar la delantera, y propuestas ajenas a lo que hace el Gobierno, que tengan una cierta originalidad y que vayan más allá del socorrido cuando lleguemos a La Moncloa lo derogaremos. 

Por otra parte, e incluso más abiertamente, se reprocha el líder la elección de sus más cercanos colaboradores, de los que se piensa que no son los más apropiados y siempre salen a la palestra nombres de algunos que están más o menos orillados en el actual organigrama del partido.

Se razona, que la sociedad española parece estar más afanada en echar a Sánchez que en llevar a Feijóo a La Moncloa y eso se ve como una carencia más de la gestión en la oposición y se preguntan algunos por qué el desgaste, más que evidente, de Sánchez, no se corresponde con una subida más consistente de Feijóo.

Algunos incluso llegan a proponer la puesta en marcha de una especie de gobierno en la sombra, un gabinete fantasma –según el modelo anglosajón- en el que haya un esbozo de quienes podrían conformar un futuro gabinete y en el que cada cual se ocupara de una parcela, no solamente para fiscalizar lo que hagan los actuales ministros, sino para hacer propuestas y diseñar programas que puedan, en su momento, atraer votantes en unos futuros comicios.

 

Es evidente que la desfachatez de Sánchez y su desparpajo a la hora de apropiarse y de colonizar todos los instancias claves del país, desde el Tribunal Constitucional hasta el CIS o la Fiscalía General del Estado, pasando por las empresas públicas y muy especialmente su desahogo a la hora de coaligar mayorías en el Congreso y de ceder a separatistas y comunistas todo lo que haga falta para mantener esas coaliciones, hace muy difícil llevar a cabo una oposición realmente eficaz que pueda poner coto a tanto desmán, pero muchos, en el Partido Popular, reprochan a sus dirigentes una cierta resignación y una especie de pasividad con la idea de que la fruta madura acabará cayendo.

La carcajada...  No Díaz, sino Albares que es, junto con Sánchez el que diseña y dirige la política exterior de España, se va a dedicar al flamenco en cuanto tenga tiempo.

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