¿De qué vas, Puigdemont?

Es lo que me decía mi portero tras enterarse del discursito de Carlos Puigdemont, pero este tío ¿de qué va?

Desde hace tiempo, las actuaciones de Puigdemont oscilan entre el drama y la comedia, la tragedia y el sainete.

Lo que está haciendo con Cataluña y con los catalanes es muy grave. Tan grave que son muchos los que miran las puertas de las prisiones para no perderse la entrada. Y tan risible que muchas de sus actuaciones son objeto de chistes y de la hilaridad de los más ingeniosos.

Esos vaivenes continuos son una muestra más de la levedad del susodicho, de la inconsistencia de sus planteamientos y de la vaciedad de sus ideas. Sus mentiras son graves, pero empujan al pitorreo por lo mal urdidas que están, por la obviedad de su falseamiento y por lo poco que le duran en activo.

Es muy grave acusar a la Policía Nacional y a la Guardia Civil de 'masacrar' a la población, de aporrear ancianitas o de secuestrar madres en presencia de sus hijos, pero inmediatamente la gravedad se torna en chiste ante la concejal que tenía los dedos partidos y que a las pocas horas está plenamente restablecida.

Es muy grave cifrar los heridos en más de ochocientos, para afirmar inmediatamente que ya no hay hospitalizados y dar pie a todo tipo de bromas sobre la eficacia de la sanidad catalana.

Es dramático convocar un referéndum ilegal, pero resulta sainetesco hacerlo sin los más mínimos elementos. Resulta peligroso intentar escrutar, e incluso dar resultados de una votación más que fraudulenta, pero es desternillante comprobar cómo llegan las urnas 'con los votos puestos' o los pertinaces votantes que no se cansan de hacerlo una y otra vez.

Preocupa una posible proclamación de una república catalana independiente, pero hay expectación por divertirse con la ceremonia.

Pero lo que ha formado parte del sainete más divertido, sin la mínima seriedad y ha constituido una de esas piezas en las que los espectadores apenas se enteran del texto, impedidos por las carcajadas y ha constituido la cima de Puigdemont como uno de los monologuistas más divertidos de nuestra televisión, es sin duda el discursito en plan jefe de estado. Desde la puerta abierta de fondo (impresionante alegoría de los asesores de imagen) hasta el tonillo contemporizador, la reconvención al 'otro jefe de estado' y la indumentaria sobria y austera, todo contribuía a crear un clima de vodevil principesco. Vamos, que solo le faltaba un uniforme de guardarropía.

 

Dos preguntas flotan en el ambiente.

La de mi portero, ¿de qué vas Puigdemont?

Y la de muchos en Cataluña y en el resto de España, ¿y por qué le dejan suelto?

P.S En una de las paredes del despacho de Junqueras, hay colgada una foto de Carlos Puigdemont. Otra pregunta: ¿no es enternecedor?

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