El “Sestado” soy yo

Juegos de palabras aparte y “lapsus” semántico a un lado, lo cierto es que Rodríguez Zapatero ha entrado en una dinámica peligrosa para un político en el poder y peligrosísima para el país sobre el que lo ejerce.

Puede ser eso que se ha dado en llamar “el síndrome de La Moncloa”. Puede ser la falta de autocrítica. Puede ser la cohorte de aduladores que nunca faltan alrededor de los poderosos o puede ser simplemente la estulticia congénita de alguien al que se le vino el Gobierno a las manos de forma inesperada, se asustó y dio unos pasos inseguros, para posteriormente creérselo y comenzar a Gobernar como si de verdad tuviera en sus manos todos los resortes del Estado.

Es también el síndrome del conductor novato. Con el carné de conducir recién estrenado toda la prudencia es poca y la falta de confianza se plasma en una conducción más bien lenta y premiosa como si hubiera que estar un rato pensando antes de cambiar de marcha. Así pasan unos meses hasta que el novato se cree dueño de la situación y es cuando llegan las imprudencias, los golpes de chapa y hasta algún accidente que otro.

El Presidente del Gobierno se encuentra en plena vorágine de suficiencia. Ya no tiene miedo ni es cauto, ya “se las sabe todas” y no pone a contribución la menor cautela en su gestión. Está gobernando a tumba abierta.

Tiene respuesta para todo. Acaso no tiene respuesta para nada. Todo lo hace bien y quien discrepa está en el más absoluto de los errores. La única forma de gobernar España es la suya, el único que acierta es él, su programa económico es el mejor y la forma de combatir el terrorismo es la más adecuada. Se ha afirmado, en más de una ocasión, que si Rodríguez Zapatero no se cree lo que dice ni confía en lo que hace, malo, pero que si se cree lo que dice y confía en lo que hace, la situación es grave.

El sistema de partidos hace que en España la formación política que domina el Legislativo, controla el Judicial y, por supuesto, hace y deshace a su antojo en el Ejecutivo. El control parlamentario es muy precario y el simple número de Diputados y de Senadores toma decisiones o bloquea propuestas. Todo contribuye a una especie de absolutismo democrático en el que el líder del Partido con mayoría, absoluta o pactada, tiene motivos más que suficientes para creerse que “el Estado es él”.

Así, las negociaciones con la ETA serán para obtener información, las resoluciones judiciales estarán al servicio de los intereses de esas negociaciones, habrá que ser solidarios con el Ministro abucheado en “Sestado” –como dijo el presidente del Gobierno hace unos días en un mitin- pero nadie habla de solidarizarse con otros “objetivos” de la kale borroka. La falta de libertad en el País Vasco es manifiesta, pero la culpa será siempre de otros.

Un político en el poder “encantado de haberse conocido”, siempre es un peligro.

También en “Sestado”.

 
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