A casa

Si hay alguien, político o ciudadano de a pie, que se entere de lo que ha pasado con nuestras tropas en Kosovo, de lo que está pasando con nuestros soldados en la antigua Yugoslavia o de lo que va a pasar en nuestras relaciones con la OTAN, que levante la mano.

Una vez más, la niebla, el puré de guisantes londinense, se enseñorea de la política española que dirige, es un decir, Rodríguez Zapatero. Si uno intenta resumir las informaciones aparecidas desde que la ministra Chacón anunció la vuelta a casa, le saldría más menos el siguiente bodrio:

La ministra de Defensa anuncia en un viaje por sorpresa a Kosovo que las tropas españolas se retiran. Se come una ración de ensaladilla rusa y se vuelve a Madrid. Se monta el ‘tiberio’ en los ámbitos militares de la cosa internacional y en los Estados Unidos se habla de sorpresa desagradable, de decepción y hasta de abandono sin más. En la OTAN el grito se queda en el cielo –aún sigue allí- y nuestros supuestos aliados dicen que se han enterado por los periódicos.

La vicepresidenta De la Vega afirma que todo estaba avisado y bien avisado y que ya se sabía y que estaba todo el mundo al cabo de la calle. Pero los embajadores de España en los Estados Unidos y en la OTAN aseguran no tener la menor noticia, al igual que Moratinos que, minutos antes, le había dicho a Clinton que no nos moveríamos de Kosovo.

Al parecer, es una decisión tomada por Rodríguez Zapatero y por Chacón el miércoles pasado, en ‘petit comité’ y a la ministra le faltó tiempo para ir a hacerse la foto con la ensaladilla rusa en Kosovo.

Y se moviliza La Moncloa. Y León, que ahora dicen que iba a Washington a negociar la entrevista con Obama, aprovecha y pone paños calientes.

Y al fondo, más tropas españolas en más sitios que no son Kosovo.

Sobre la marcha, notas de La Moncloa y del Ministerio de Defensa. Nos vamos pero poco. No nos vamos pero con flexibilidad. Lo que ha dicho la ministra es que sí, pero a lo mejor puede ser que no.

Sólo dos ‘peros’ a la ministra: primero, la próxima ensaladilla rusa que se la coma en la cafetería del ministerio y se ahorra el viaje. Segundo, a casa, pero todos, incluida la propia ministra 

 
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