Por una mayoría más amplia

Eso es lo que pidió José Luís Rodríguez Zapatero en el mitin en el que fue proclamado candidato del Partido Socialista Obrero Español a la Presidencia del Gobierno. Baño de masas, aplausos, parabienes y hasta escena familiar abrazado a su esposa Sonsoles Espinosa.

El actual presidente del Gobierno solicitó a sus correligionarios y simpatizantes una mayoría más amplia que la actual, y lo hizo en un mitin a favor de corriente, cosa que no deja de ser normal en la vida política española. Con la televisión presente en todos los actos de la precampaña, ningún candidato tiene que ceñirse al auditorio porque se suele tener en cuenta más a los que están en sus casas que a los que gritan banderas al aire.

Hasta ahí todo normal.

Pero cuando un candidato pide una mayoría amplia siempre suele haber una finalidad, algo por lo que ese político solicita una confianza suficiente para gobernar y algo para conseguir lo que solicita esa mayoría.

Es ahí donde quiebra el discurso del político socialista. Pedir que los ciudadanos le den una mayoría amplia para ‘erradicar la crispación’, para ‘evitar la obstrucción del Partido Popular’ y ‘para no utilizar el terrorismo como argumento electoral’, suena a poco y a pobre.

En el prontuario de cualquier candidato debe de haber al menos tres planteamientos, y todos ellos son de futuro:

El primero será pedir el voto para continuar el proyecto iniciado, puesto que el candidato parte desde la actual presidencia del Gobierno, y si ese proyecto era bueno hace cuatro años debe de seguir siéndolo.

En segundo lugar, pedirá el voto para emprender nuevos proyectos que, o bien completan lo que ya hay o comienzan tareas que no se han podido llevar a cabo en la legislatura que termina.

Y, por último, solicita la confianza de los ciudadanos para que la sociedad española se siga conformando a la manera y a la visión política, en este caso, del Partido Socialista.

 

Nada de eso apareció en el discurso del candidato (nadie lo olvide, del candidato-presidente), que solicitaba una más amplia mayoría.

Del discurso – se supone que de aceptación de la candidatura- se desprende un simple afán por guerrear contra un partido determinado al que se afea su conducta en la oposición; también se deduce del mismo una obsesión enfermiza por gobernar sin apenas oposición y con un control parlamentario puramente formal; y se llega a la conclusión de que el único objetivo del candidato del Partido Socialista es lograr impedir –‘como sea’, expresión muy utilizada por Rodríguez Zapatero- la acción política de un partido en concreto.

Lo que debería ser un discurso de continuidad de una acción de gobierno se convierte en la intentona de borrar del mapa al adversario político, y lo que sería deseable, una acción de futuro para los próximos cuatro años, se transforma en generalidades basadas en reproches de pretérito

Bagaje muy pobre para quien aspira a renovar la confianza que hasta ahora le ha otorgado el pueblo español y para quien debería de meditar el uso que ha hecho de ella en estos cuatro años, además de concretar para qué la pide en los que están por llegar a partir del mes de marzo. 

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