Este país

Las encuestas tienen la gran ventaja de que sirven para un roto y para un descosido. Sirven para que cada cual arrime el ascua a su sardina y para las más variadas interpretaciones.

Lo cierto es que –sesgos y ‘cocinas’ aparte- las encuestas son una foto del momento y marcan una tendencia que es lo que realmente importa por encima de las cifras.

En cuestiones políticas, sociológicas y hasta morales, en España tenemos lo que tenemos. No sé si lo que nos merecemos, pero es lo que hay.

Se publican estos días encuestas en las que se dan cifras de aceptaciones de políticos, valoración de partidos e intención de voto. Se ofrecen también, datos sobre las leyes que intenta poner en circulación el partido del Gobierno. Más concretamente se pregunta sobre el aborto y la eutanasia que, además de ser posibles leyes polémicas, tocan muy de cerca creencias e ideas que van más allá de lo puramente político.

Se mezcla todo y se valora la opinión de los encuestados sobre la crisis económica y la gestión del Gobierno en la situación que se está viviendo, o los problemas que causa la emigración masiva que llega a nuestras costas y hasta la absurda polémica los Crucifijos en los actos oficiales o los llamados funerales de Estado.

Un revoltijo que da como resultado otro revoltijo, pero cuyas conclusiones son muy significativas.

Estamos ante una sociedad que apoya masivamente –eso al menos dice la encuesta- la ley de plazos del aborto. Una sociedad que, en un 80%, está a favor de la eutanasia; una sociedad que mayoritariamente –siempre según la encuesta- no quiere sacerdotes en los comités de ética de los hospitales.

Es la misma sociedad que apoya el divorcio o los mal llamados matrimonios entre personas del mismo sexo. Una sociedad que se dice progresista porque hace y deshace con las vidas humanas, porque admite cualquier clase de unión o porque quiere quitar de lo público los símbolos de una religión mayoritaria. En definitiva, una sociedad poco dada a que le lleven la contraria en cuestiones éticas, que aboga por una moral relativa y para la que ‘todo vale si a mí me gusta’. Es lo que tenemos.

Por el contrario, esa misma sociedad, está asustada frente a la crisis económica y cuando le tocan el bolsillo pone el grito en el cielo; pide más dureza con los extranjeros; cree que la crisis se está gestionando mal y que va para largo y considera que la situación es ‘mala’ o ‘muy mala’.

 

¿Estamos ante una sociedad esquizofrénica? No necesariamente. Unas opiniones, pretendidamente progresistas, sobre la vida, la moral o la religión, no son incompatibles con el conservadurismo económico. Es posible que estemos ante una sociedad mayoritariamente hedonista y solidaria de boquilla y egoísta, formada por individuos que sólo buscan su propio bienestar y que se echan las manos a la cabeza cuando no se las pueden echar al bolsillo, porque lo notan casi vacío o menos lleno que antes.

Esta es la disyuntiva de los dos principales partidos.

El Partido Socialista, debe explotar la veta ideológica del falso progresismo y conservará a sus votantes, pero esos mismos votantes ya le están avisando de que la crisis económica le puede costar demasiado cara.

El Partido Popular, que aprovecha la crisis económica para criticar la gestión del Ejecutivo, pierde votos si endurece su discurso moral. Si lo flexibiliza serán sus votantes los que le abandonen.

La situación evidencia que los congresos –tanto el del PP como el del PSOE- no han servido para resolver el problema y estamos como estábamos antes, en ambas formaciones.

Pero es lo que hay. ¿También es lo que nos merecemos?

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