La banca en la campaña

Letras de oro para Chacón y Zaplana, que progresan adecuadamente en estolidez. La ministra en ejercicio anima a los bancos a incumplir las normas de rigor (ahora que el rigor y el control de riesgos son la clave del negocio bancario) y el portavoz opositor, metido en camisa de once varas económicas, habla de crisis en algunas entidades financieras. El Banco de España ha contestado sólo al político conservador, algo previsible desde que Fernández Ordóñez y Viñals renunciaron a la magnífica prerrogativa de la autonomía del instituto monetario. Y ambos políticos merecían igual trato, ella por la presunción de ilegalidad y domesticidad de las entidades financieras y él por la acusación con piedra y sin mano.

El Banco de España, como parece obligado, defiende la solidez, eficiencia, rigor y prudencia del sistema financiero. Si no fuera así, en parte sería culpa del propio supervisor bancario. La asociación de banqueros y las cajas confederadas respiran aliviadas. ¿Será suficiente?

Lo que hasta este punto sabemos es que habrá que esperar, cuando menos, a las cuentas de un par de trimestres para conocer cómo están resolviendo las entidades españolas la versión castiza de las subprime, que es la renegociación de las garantías de sus créditos al sector inmobiliario y a algunos bullidores en el sector energético, garantías duramente socavadas por las caídas de la bolsa. Esa es la realidad más aproximada.

Colgar un cuadro sin enmarcar, como ha hecho Zaplana, es impropio de alguien que ha sido ministro. Si tiene certezas, debe sacarlas a la luz. La utilización política de esa presunta información, que supuestamente perjudicaría al partido rival, puede tener un alcance que va más allá de la conveniencia electoral. En los años setenta, simples rumores ahogaron a algunos bancos, que acabaron en el Fondo de Garantía de Depósitos.

Y respecto a la misiva de la ministra de Vivienda, sus instrucciones recuerdan mucho a las que recibían los gobernadores civiles en tiempos de Camilo Alonso Vega: Actúen, que ya lo arreglaremos después.

Dos áureas oportunidades para que el portavoz hubiera enmudecido y para que el Windows ministerial hubiera petado a tiempo.

 
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