La decisión de Rajoy

Si a una persona ajena al devenir de la situación política de España que llegase en estos días a nuestro país se le hiciera esta pregunta, seguramente no entendería nada y pensaría que los españoles somos un poco raros.

“O sea que ustedes -podría decir esa persona- acaban de celebrar unas elecciones que ha ganado el rival de Rajoy y ¿ya se están planteando lo que va a pasar dentro de cuatro años?” Habría que aclararle a ese “extraño” que la mayoría de los españoles -después de una legislatura convulsa y una larga campaña electoral- están en otra cosa: en disfrutar de unos días de descanso aprovechando la Semana Santa y que lo demás es cosa de los políticos y de los medios de comunicación.

Pero es verdad que, tras el 9-M, la atención política ha estado centrada más en que hacía el perdedor de las elecciones que el vencedor. Rajoy no tardó ni cuarenta y ocho horas en cortar en seco todas las especulaciones que ya se habían comenzado a hacer desde que en la noche electoral acabó su intervención en el balcón de la sede del PP de la calle Génova con un lacónico “adiós”.

Pues va a ser que no. Mariano Rajoy quiere seguir y así lo ha anunciado a la ejecutiva de su partido. Habrá Congreso extraordinario en junio y, en éste, él se presentará para seguir presidiendo el PP, “con su propio equipo”. Y por lo que ya han dicho quienes aspiraban a la sucesión del político gallego, no parece que vaya a tener rival, al menos, de momento.

Habrá que decir que la decisión de Rajoy es absolutamente legítima. Eso nadie lo discute. Es más, los resultados obtenidos por el PP -400.000 votos y seis diputados más que hace cuatro años- juegan a su favor. Pero la cuestión de fondo no es esa, sino la que se ha planteado mucha gente al conocer la decisión del actual Presidente del PP: ¿es el mejor candidato para ganar a Zapatero dentro de cuatro años?

La respuesta no es nada sencilla y, sobre todo, no se puede contestar con un sí o con un no. Hay matices. En contra de Rajoy figura el que Zapatero ya le ha ganado dos elecciones y eso, en términos coloquiales, come la moral a cualquiera. Si Rajoy ha tomado su decisión movido por el amor propio o por un encelamiento personal con el candidato del PSOE, se equivocaría, porque eso, al final, le llevaría a cometer bastantes errores a lo largo de estos próximos cuatro años que van a ser muy largos y, seguramente, duros.

A favor del candidato del PP está que la crisis económica va a desgastar mucho a Zapatero. Éste ya no podrá refugiarse o intentar distraer a la opinión pública con cuestiones como la Alianza de Civilizaciones o el cambio climático. La dureza de lo que se nos viene encima hará que el Gobierno tenga que adoptar medidas impopulares y que afectarán al bolsillo de los contribuyentes. Y esa situación siempre favorece más a quien está en la oposición, porque su desgaste es mucho menor.

Habrá que esperar, asimismo, a conocer el equipo que forma Rajoy. Que va a haber caras nuevas, nadie lo duda. Acebes y Zaplana van a ser los grandes sacrificados, aunque probablemente no los únicos. Pero Rajoy no puede dar a entender, como ha hecho el día que anunció su decisión de seguir, que quienes le han acompañado hasta aquí no los eligió él, porque sencillamente no es verdad.

En cualquier caso, cuatro años es mucho tiempo. En el plazo de uno habrá elecciones en Galicia, Euskadi y para el Parlamento Europeo. El resultado de las tres consultas determinará si Rajoy puede llegar o no a las elecciones de 2012 en condiciones de ganar a Zapatero. Si en la opinión pública y en la publicada se extiende una opinión negativa, será muy difícil que el político gallego llegue hasta la meta. A él, que tanto le gusta el ciclismo, no tendría más remedio que bajarse de la bici y abandonar la carrera, porque a nadie le gusta perder y menos por tercera vez consecutiva.            

 
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